Luis Britto García
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En artículo anterior reseñamos la «Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático» de la ONU realizada en Glasgow entre el
31 de octubre y el 14 de noviembre de 2021, con asistencia de 197 países. Los
participantes se comprometieron a limitar a
1,5° el calentamiento para 2030, y a cero emisiones de carbono para 2050. A tal
fin, aprobaron un gasto de 50 billones de dólares hasta 2030, (para los anglosajones,
un billón es mil millones) y unos 150 billones hasta
2050, de los cuales beneficiaría a los países en vías de desarrollo 0,1 billón.
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Toda una
literatura culpabiliza de las emisiones del “gas de invernadero” anhídrido
carbónico (CO2) al uso de carbón e hidrocarburos como fuente de energía
preponderante desde principios del siglo pasado. La meta “cero emisiones de
carbono” para 2050 presupondría la sustitución total de éstos por energías alternativas no contaminantes. Tal objetivo
olvida que las plantas respiran C02 para producir oxígeno y alimentos, y que
los animales respiramos oxígeno para emitir C02. Cero emisiones de este gas
significarían cero vegetales y cero animales. Cálculos de REN21 de 2017 señalan que
el consumo mundial de energía para 2016 es cubierto en 78,4% por combustibles
fósiles, 19,3% por energías renovales y sólo 2,3% por la energía nuclear. (REN21. (2017).
Renewables 2017 Global Status Report. Recuperado de https://goo.gl/Pc2WuA). Por otra parte,
predice el Banco Mundial que para 2040 el consumo mundial de energía aumentará
en un 60%. ¿Cómo lograr que fuentes que por ahora producen sólo el 19,3 % de la
demanda mundial de energía pasen a
cubrir la totalidad, sin requerir desmesurados usos de las energías no
renovables?
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Otro espejismo
para la solución del problema de la energía es promocionado por Billy Gates en
emisión del programa televisivo estadounidense TED. En esencia, consiste en
enterrar en pozos de gran profundidad los desechos de uranio empobrecido y
disfrutar eternamente de la energía térmica producida por éste. Una vez más, se
omiten los costos energéticos de esta producción de energía supuestamente
milagrosa. El uranio es sumamente escaso. Su minería, refinamiento y posterior
empobrecimiento requieren ingentes cantidades de energía de otras fuentes. Todo
lo relacionado con él es contaminante y riesgoso: considérense, entre otros,
los accidentes de Nuevo México (1945)
Mayak (1957) Windscale (1957) Three Mile
Island (1979) Chernóbil (1986) Tokaimura (1999) y Fukushima (2011). Ángela
Merkel decretó en 2011 la clausura de las plantas atómicas en Alemania. En fin,
para 2016 la energía nuclear suplía sólo el 2,3% del consumo energético mundial.
¿Qué prodigiosos dispendios de energías
tradicionales, qué resultados colaterales, qué riesgos serían necesarios para
que el escasísimo uranio llegara a suplir cerca del 97,7% de un consumo de
energía que para 2040 se incrementará 60% del actual?
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No, salvo que se descubra algún imposible Móvil
Perpetuo del Segundo Tipo, aquél que supuestamente genera energía de la nada,
tenemos que contactar con la realidad. Señalamos que cálculos de REN21 de 2017
estiman que el consumo mundial de energía para 2016 es cubierto en 78,4% por
combustibles fósiles, 19,3% por energías renovales y sólo 2,3% por la energía
nuclear. Para el mismo año, entre las energías renovables, la biomasa
tradicional (madera, desechos orgánicos) aporta el 9,1% de dicho consumo; la energía hidroeléctrica el 3,6%;
la térmica renovable el 4,2%, la solar y
eólica el 1,6%, los biocombustibles el 0,8% (REN21. (2017). Renewables 2017
Global Status Report. Recuperado de https://goo.gl/Pc2WuA). Cualquier
intento de elevar esa generación de
energías renovables requerirá prolongadas y gigantescas inversiones de energías
tradicionales. La hidroeléctrica
necesita recursos hídricos naturales y colosales obras de infraestructura que
interrumpen el flujo de la biodiversidad en los ríos. La eólica requiere de
costosísimas aspas de metales ligeros,
la solar, de dispendiosos espejos y superficies acumuladoras; ambas son
intermitentes y dependen de factores climáticos imprevisibles. La térmica
renovable demanda profundísimos pozos
para aprovechar el calor de las profundidades de la tierra. No estoy diciendo
que no se deba optar progresivamente por dichas fuentes de energía: señalo que
no parece creíble que en apenas 27 años puedan suplir el casi 80% de los
requerimientos energéticos mundiales que actualmente cubren petróleo, gas y
carbón sin requerir a su vez perturbadoras inversiones de energía e
infraestructuras con efectos posiblemente equiparables o peores a las de estas
últimas.
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John Kerry, el encargado de Energías Renovables de
la administración de Joe Biden, proclama que la “Agenda Verde” de la
sustitución de combustibles fósiles significará millones de nuevos trabajos.
Cuando las economías capitalistas se estancan, gobierno y empresarios buscan
desesperadamente nuevos campos de inversión para reactivar el ciclo económico.
Es posible que el veto sobre las emisiones de CO2 sirva para este fin. Los
países desarrollados expoliaron y consumieron toda la energía fósil que les
hacía falta para alcanzar su posición de predominio. Imponiendo pesadas
restricciones para su producción y consumo y drásticas sanciones por supuesta
contaminación, impedirían que los países productores de energía puedan superar el subdesarrollo y
facilitarían que éstos les cedieran sus recursos en forma casi gratuita, para
usarlos a su vez irrestrictamente cuando les conviniera. La materia del cambio
climático, de sus causas y de las medidas para reducirlo debe ser objeto de
exhaustivo y detenido examen por los países productores de energía. Para
superar sus crisis económicas, los imperios han promovido Guerras Mundiales.
¿Por qué no una Guerra Verde para dominar de manera absoluta la energía del
mundo?
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