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El 15 de diciembre de 1812 en
Cartagena escribe afiebrado un joven brigadier maltrecho por la vida
atropellada y los trajines. Viene del abismo de la derrota y el exilio. Algunos
le atribuyen la pérdida de Puerto Cabello, que Miranda calificó de puñalada en
el corazón de Venezuela, y que precipitó la caída de la Primera República.
Podría rendirse. En lugar de eso escribe: “El
soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez; porque la
experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia
corrigen la mala fortuna”.
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Habilidad es extraer enseñanzas
de la derrota, y aplicarlas ¿Por qué cayó esa Primera República que será luego
llamada Patria Boba? Ante todo, escribe Bolívar, por “la fatal adopción que hizo del sistema
tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el
mundo sensato, la impunidad de los delitos de
Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por
nuestros natos, e implacables enemigos, los españoles europeos. Al abrigo de
esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón
sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar”. Los republicanos se
dejaron llevar por convicciones utópicas sobre la bondad natural del hombre, o
bien por un temor a la confrontación que los hizo esperar que las buenas
razones o la contemporización postergarían o evitarían el conflicto. Por lo
cual Bolívar añade: “Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran
los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han
formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar
la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje
humano. Por manera que tuvimos
filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y
sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios, y de
cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego
corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien
pronto se vio realizada”. Sin ser jurista, comprende Bolívar a la perfección
que la diferencia entre una norma ética y otra jurídica es que esta última
puede ser aplicada por las autoridades legítimas bajo la amenaza de una sanción
coercitiva. Leyes sin sanción no son más que buenas palabras, y en ello
terminaron casi todas las de la Primera
República. Por otra parte, y aquí parecería escucharse un eco
de las doctrinas de Montesquieu, las leyes han de ser conformes con “la ciencia
práctica del gobierno”, vale decir, con el conocimiento de las condiciones
reales de los pueblos, y no con imaginarias “repúblicas aéreas”.
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Otra causa del desastre, la
renuencia a defenderse: “La oposición decidida a levantar tropas veteranas,
disciplinadas y capaces de presentarse en el campo de batalla”. Otra más grave:
el federalismo extremo: “La subdivisión de la provincia de Caracas proyectada
discutida y sancionada por el Congreso federal despertó y fomentó una enconada
rivalidad en las ciudades, y lugares subalternos, contra la capital: La cual
-decían los congresantes ambiciosos de dominar en sus distritos- era la tiranía
de las ciudades y la sanguijuela del Estado». Por lo cual concluye: “Yo soy de
sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los
enemigos obtendrán las más completas ventajas”.
3
A
estas causas, se ha de sumar el desangramiento financiero: “La disipación de
las rentas públicas en objetos frívolos, y perjudiciales; y particularmente en
sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados,
legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República , porque le
obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin
otra garantía, que la fuerza y las rentas imaginarias de la Confederación ”. El
terremoto de 1812 está entre las causas imprevisibles; en cambio, muy previsible
fue la prédica de algunos sacerdotes “abusando sacrílegamente de la santidad de
su ministerio en favor de los promotores de la guerra civil”.
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Constancia es no darse por vencido. Las razones que expresa Bolívar en el Manifiesto de Cartagena son tan
persuasivas, que los neogranadinos le confían mando de tropas. Como un rayo
toma Tenerife, Plato, Zambrano, Mompós, Guamal, Banco, Chiriguaná, Tamalameque
y finalmente Ocaña y Cúcuta, dominando el Magdalena y reabriendo la vía entre
Bogotá y Cartagena. Autorizado finalmente por el Ejecutivo de Nueva Granada, el
14 de mayo sale de Cúcuta y en arrolladora operación toma La Grita , y Trujillo. El 23 de
mayo es aclamado en Mérida como Libertador. La inocua defensiva de la Primera República
ha sido sustituida por relampagueante ofensiva; el incoordinado gobierno
federal por el mando centralizado: las vacilantes milicias por guerreros que a
cada batalla adquieren más ímpetu y experiencia: el inaceptable papel moneda
por la confiscación de las riquezas del enemigo. Así llegan del calor
cartagenero al frío de Trujillo.
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Valor es enfrentar al adversario. En Trujillo el 15
de junio de 1813 el brigadier Bolívar tirita, medita y una vez más escribe ¿Qué
falta por concretar? El primer acto de un organismo, de un cuerpo político, de
una República, es definir qué forma parte de ella y qué no. La media tinta de la Primera República
trató enemigos como amigos y amigos como
extraños. El enemigo envalentonado por la impunidad perpetró atrocidades en la
confianza de que jamás serían sancionadas. En su escrito, Bolívar fulmina
contra adversarios “que os han
aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los
derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los
tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes”. La muerte soberana reina sin que nadie
se atreva a nombrarla. Bolívar rasguea
un párrafo que divide la
Historia como un tajo: “Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo
indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos ,
contad con la vida, aun cuando seáis culpables”. Entre opresión y libertad no hay sistema mixto.
O la una o la otra, nunca todo lo contrario.
6
Bolívar refrenda el Decreto de
Guerra a Muerte con el envolvente ovillo de su rúbrica, da unas cuantas órdenes
precisas, salta sobre el caballo. Los patriotas vencen en Aguas del
Obispo, Boconó, Barinas, Niquitao, el Tocuyo y Los Horcones, Taguanes, Valencia
y La Victoria. El 6 de agosto de 1813
Bolívar libera Caracas, donde lo esperan su casa natal, el nombramiento de Capitán
General de los ejércitos de Venezuela y la ratificación del título de
Libertador, que él considera el más honroso de cuantos existen en la tierra.
PD: El TSJ decide la
demanda sobre las elecciones justo a tiempo para que la oposición pueda
apelarla ante una Corte de la OEA
que siempre sentencia contra Venezuela. Gracias TSJ, por favor concedido.
FOTO/TEXTO: LUIS BRITTO
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