Yo,
el gran desordenado, que voy mal disponiendo todas las cosas de la vida, hasta
las comas, hasta los adjetivos, hasta los recuerdos, hasta los importantes
papeles que debían recordarme de esto o de lo otro, hasta las medicinas que
debían curarme de tal o cual enfermedad que me dio sin concierto y a
contratiempo y durante la cual me bebí las inyectables y me inyecté las
bebibles y las pastillas las perdí y los untos los usé de pasta de dientes y
quien sabe qué más.
Yo, el gran desordenado que dejo los platos
en el escritorio y las medias las encuentro sin compañeras y guardo todas las
revistas que no necesito y apilo los libros conforme a órdenes que luego olvido
y que podrían tener que ver con uno que otro sucio vaso entre ellos uno que
otro marrón zapato una que otra culebra corbata uno que otro vacío de tinta
frasco uno que otro alicate una que otra sin abrir carta de aquí de allá.
Yo, el gran olvidadizo de las direcciones
que nunca aviso por teléfono que voy, o que aviso y no voy después o ligo las
llamadas y oigo lo que no debo o me oyen quienes no debieran o peor aún a veces
me ligo con personas que llamaron hace meses o intercepto llamadas que no se
harán sino dentro de años y la bocina hace pííí pííí y quedo desconcertado.
Yo que nunca aprovecho mi tiempo ni tampoco
puedo aprovecharlo porque nunca está en orden y los sucesos me vienen de todas las
formas y en todas las secuencias en la mañana por ejemplo me pasa algo de la
niñez y en la tarde algo de la juventud al mediodía he roto con una muchacha a
quién aún no he conocido esta noche engendraré un niño que murió de tos ferina
hace años en la madrugada me pondré el paltó viejo de una moda que aún no ha
venido y conoceré a los clandestinos por andar con los cuales hace tiempo
estuve preso y cronometro ahora pensando en la fuga los pasos del centinela
mientras hundo la nariz en las nubes del algodón de azúcar las músicas las
calesitas los ojos de mamá ya muerta me llevo las manos al pecho donde el
rosario de balazos humea balbuceo respiro el olor de las hierbabuenas las
mimosas púdicas que están haciendo un lecho de amor bajo el sol que se vuelve una
violenta noche de persecuciones y disparos que se oyen a través de una clara
ventana de escuela donde digo babebibobú más sabe el burro que tú más sabe el
burro que este tonto gran desordenado que acaricia rizos y las cenizas de los
mismos que bebe teteros y vomita sangre a quien niñeras besan y amantes muerden
y contemplan abuelos nietos lunas planetas y acontecen y atropellan giratorias
noches escamadas de épocas, de árboles y manos.
(Vela de Armas).
TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO
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