El 8 y 9 de septiembre participé en Buenos Aires en un evento de Le Monde Diplomatique sobre “Las Revoluciones en el Mundo Árabe y la Geopolítica Mundial”. Los demás ponentes mencionaron la palabra hidrocarburos apenas dos veces. En Libia hay reservas petroleras de 40.000 millones de barriles. Los hidrocarburos son el combustible de la geopolítica actual. En Venezuela hay reservas de 80.582 millones de barriles. Similares riquezas propician destinos parecidos.
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En Libia, Kadafi expulsó las bases militares extranjeras, nacionalizó la mayor parte de la industria petrolera, se unió a la OPEP, lanzó una política de integración de los pueblos árabes y africanos y de los movimientos revolucionarios internacionales. En Venezuela Chávez evitó la instalación de bases militares extranjeras y la privatización de la industria petrolera, revigorizó la OPEP, promovió la integración de América Latina y el Caribe y su solidaridad con el Tercer Mundo y los No Alineados, y asoma la idea de una nueva Internacional Socialista.
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En Libia monopolios mediáticos transnacionales exageraron el alcance de manifestaciones opositoras, mintieron que el gobierno las había bombardeado, reconocieron a una Junta que no representaba al pueblo libio ni dominaba el país. En Venezuela monopolios mediáticos transnacionales y nacionales exageraron el alcance de manifestaciones opositoras, mintieron que el gobierno las había abaleado, reconocieron a un dictador elegido por nadie que fue puesto en fuga por todos.
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En Libia las redes informáticas fueron interferidas o desconectadas en cuanto arrancó el bombardeo. En Venezuela el ABA y el correo de Cantv están casi desconectados, y la administración apenas comienza el proceso de instalar el software libre que nos haría invulnerables al sabotaje informático.
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A Libia los financieros le confiscaron 270.000 millones de dólares de reservas internacionales colocadas en bancos del exterior. En Venezuela tenemos 28.319 millones de dólares de reservas internacionales amenazadas por infinidad de demandas temerarias ante una dependencia del Banco Mundial llamada Centro Internacional de Arreglo de las Diferencias sobre Inversiones (CIADI), y apenas ahora decidimos retirarnos de ella para que árbitros o jueces extranjeros no decidan sobre nuestros contratos de interés público.
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Libia fue expulsada de la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU; la Corte Penal Internacional dictó auto de detención contra su Presidente. Contra Venezuela la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA ametralla pronunciamientos fundados en notas de prensa carentes de veracidad, en presunciones sobre hechos hipotéticos, futuros e inciertos, o sobre materias acerca de las cuales no se ha pronunciado la jurisdicción interna; mientras la Corte Interamericana absuelve funcionarios venezolanos condenados por corrupción; todo ello como preámbulo de una condenatoria al país que podría servir de coartada para invadirlo.
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En Libia la desestabilización fomentó diferencias entre credos, regiones, etnias y tribus. En Venezuela la propaganda inventa o profundiza diferencias regionales o étnicas secesionistas, para convencer a unos venezolanos de que son distintos y tienen derechos diferentes de los otros.
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En Libia, el grueso de las fuerzas invasoras está constituido por reaccionarios monárquicos, mercenarios, efectivos del ejército de Quatar y, según John Brennan, asesor sobre terrorismo de Obama, “Algunos miembros del Grupo Combatiente Islámico de Libia (LIFG), filial de Al Qaeda, han tenido conexiones en el pasado con Al Qaeda en Sudán, Afganistán o Paquistán” ” (“John Brennan: ¿Al Qaeda es malo en Irak y Afganistán pero no en Libia?” Debkafiles, 4-9-2011). En Venezuela opera hace años una infiltración paramilitar que cubre el país, cobra vacunas, instala alcabalas, suplanta al hampa vernácula y legitima capitales en garitos, bingos y casinos.
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En Libia, según el Partido Argelino para la Democracia y el Socialismo, fueron tomando fuerza las fracciones “burocráticas-comerciantes corrompidas del régimen libio, aliadas al imperialismo”, las cuales “estaban en conflicto cada vez mas violento con el ala patriótica y mas o menos antiimperialista representada de hecho por Kadafi, a causa de su rechazo en satisfacer sus intentos de acaparamiento directo de las riquezas nacionales a través de las privatizaciones, la liberalización del comercio exterior, el retroceso en profundidad de las leyes que rigen la explotación de los hidrocarburos”. La política económica impuesta desde 2003 por tales burócratas-comerciantes “ha tenido por resultado disgustar las capas laboriosas. Provocó la caída de su poder de compra después de la supresión de la subvención de productos básicos, el desempleo como consecuencia del cierre o de la privatización de las empresas publicas, la pauperización de las masas y de los jóvenes. El enriquecimiento de una minoría de beneficiarios y el empobrecimiento de la mayoría, tal ha sido el resultado del compromiso empeñado con el imperialismo y las capas comerciantes para intentar obtener el fin del bloqueo criminal impuesto por los Estados imperialistas”. Por otra parte Kadafi habría entregado revolucionarios a sus perseguidores y “cegado por un anticomunismo primario, permitió al general Numeyri instaurar en 1970 una dictadura sanguinaria en Sudan entregándole los oficiales progresistas que habían intentado derrocarlo” (http://pads.ifrance.com/28-8-2011). En Venezuela no repetiremos esos errores.
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En Libia el imperio tiene como primer objetivo político el asesinato de Kadafi: en 1981, Newsweek revela que el director de operaciones de la CIA, Max Hogel, planea su derrocamiento y magnicidio; en 1986 Reagan ordena bombardear su residencia y le mata una hija y un centenar de compatriotas; en octubre de 1993 militares libios fracasan en tres intentos de liquidarlo: en 1998 durante un atentado en Atenas le matan a su guardaespaldas femenina Aisha y lesionan de gravedad a otras siete guardianas; ahora concentran los bombardeos en su residencia, le aniquilan hijos y parientes y ponen su cabeza a precio. En Venezuela hemos perdido la cuenta de las incitaciones mediáticas al magnicidio de Hugo Chávez Frías, de las tentativas de ejecutarlo y de la ausencia de sanciones.
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En Libia 20.000 ataques aéreos de la OTAN en seis meses provocan más de 60.000 muertos, en su mayoría civiles. En Venezuela parte de la oposición reza día y noche por el diluvio de bombas que les devuelva el poder que los votos le niegan. Guerra avisada no mata Revolución.
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