Las sirenas anuncian la tregua y bajamos al río desde lados opuestos. Bebemos y llenamos las cantimploras. Un momento nos quedamos sentados en el cauce que nos moja, pensando aunque ninguno sabe qué piensa el otro. Hay tiempo y me lavo la cara y hundo la cabeza y siento un gran alivio. Luego suena la primera sirena y sin hablarnos nos retiramos, mirándonos. Cuando la segunda sirena suena, disparo primero, y allí queda tendido para siempre a la orilla del río que sigue pasando para siempre.
sábado, 7 de junio de 2008
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3 comentarios:
Excelente
Recibe un abrazo desde Santiago
de Chile,
CFCA
Me gusto mucho!!
Saludos.
Gracias Amigo Luis, eres el unico escritor que me hace recordar el humor de Aquiles Nazoa
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