ENTREVISTA CON
RUBÉN WISOTZKY
LARTILLERÍA,
CORREO DEL ORINOCO, 30-8-2014
Luis Britto García
rememora su amistad con Cortázar
Al autor de
Rajatabla y Abrapalabra, unido en palabra
e idea al Cronopio mayor, comparte
sus ejercicios memorialísticos y ofrece un perfil entrañable,
cercano, sensible, de uno de los más brillantes escritores en lengua
castellana. No duda el venezolano que su amigo “hubiera apoyado el proceso actual diciendo la palabra justa, escribiendo
el libro
necesario...”
Si alguien
abrigaba alguna duda, ¿o más bien desnudaba habría que decir?, acerca del
profundo sentido de la amistad, la solidaridad, la justicia y el bien común,
que poseía en su devenir como ciudadano de este undo; si alguien creía que su
sentido humanístico era una pose, una impostura, propia de esas personas más interesadas en la cosmética que en una buena
ética (que las
hay, vaya que si las hay); en definitiva, si alguien creía que Julio Cortázar no era Julio Cortázar, no se acercó lo suficiente a su palabra.
Por ejemplo, en
1974, para la parisina publicación Change,
escribe en el prólogo de Introducción a una antología de prosa latinoamericana. En él afirma:
“El lector francés
ya no requiere que una selección de textos incluya necesariamente, además de a
Borges, a escritores como Asturias, Lezama Lima, Vargas Llosa, García Márquez o
Carpentier: ese lector ya los conoce y
sin duda preferirá que Change le ofrezca
textos menos accesibles o
incluso completamente desconocidos”.
Más adelante
aclara que “el criterio que ha presidido nuestra selección es el deseo de
presentar algunos de los innumerables escritores que, paralelamente a los más
conocidos, trabajan en la tarea común de hacer que la literatura
latinoamericana sea un instrumento cada vez más vivo e influyente en la
historia de nuestros pueblos, y no sólo su mera crónica nostálgica o su
exégesis intelectual”.
Y ya concluyendo
el escrito, remata (que en su caso es como revivir): “Atentos
y abiertos al mundo, estos escritores han querido que su residencia intelectual
sea América Latina, aunque muchos viven física mente muy lejos de
ella. Por este motivo la prosa del chileno Skármeta, la uruguaya Peri Rossi, el
argentino Saer o el venezolano García Britto, más allá de las
diferencias que afortunadamente son muy grandes puesto que nuestro continente
es ancho y diverso, se ordenan armoniosamente cuando se pone uno al lado del
otro”.
“Éramos amigos
unidos por una similitud de miradas y separados por una enorme distancia
generacional y geográfica”
¿Cómo, entonces,
pasar por alto este aniversario del autor de Rayuela si hay, bajo estas palmeras,
muchas más razones que más allá que muchos mares? ¿Cómo,
entonces, se podría negar su horizonte si es el mismo que dibujamos, recto,
hermoso y alcanzable para todos los habitantes de esta Tierra de Gracia? ¿Cómo,
entonces, no convocar a Luis Britto García, uno de nuestros intelectuales
cronopio más destacado y preguntarle acerca de
sus impresiones,
sus recuerdos y sus interpretaciones en torno a quien escribió tanto acerca del
sueño de todos?
LEVE CRONOPIO
-Seamos, para empezar, sencillos: En su opinión, ¿por qué celebrar
a Julio Cortázar?
-Primero, por su escritura
espléndida, una de las primeras en bajar del altar de la solemnidad a la
literatura latinoamericana. Luego, por la difícil sencillez de esa escritura,
que parecía dialogar con el lector en una conversación entre amigos. También,
por su lealtad hacia América Latina, región de la cual se fue a los diecinueve
años, sin dejarla nunca ni en sus temáticas ni en su solidaridad a lo largo de
una existencia vivida fundamentalmente en el Viejo Mundo. Cortázar siempre miró
hacia Latinoamérica, mientras tantos intelectuales Latinoamericanos sólo
miraban hacia Europa.
-Eran amigos, son amigos, la amistad no la mide la existencia.
¿Cómo se conocieron? ¿Cómo es esa amistad entre ustedes dos?
-Pues sí, éramos amigos unidos por
una similitud de miradas y separados por una enorme distancia generacional y geográfica.
Lo conocí en el tumulto de la preparación de un Congreso que intentaba celebrar
la izquierda opositora en Mérida. Apenas teníamos un precario avioncito hasta
allá y desde luego le cedí mi puesto. En alguna forma le llegó a París mi libro
Rajatabla, y le escribió una elogiosa
carta sobre él a Edmundo Aray.
-En su condición de autor celebrado por la crítica y los lectores,
¿hay algo qué le debe a Julio Cortázar? ¿Hay algún elemento, un recurso, una
técnica, una temática, alguna inspiración que le deba a Julio Cortázar? ¿Hay
algo cortazariano en su obra?
-Pues sí. Desde mi primera
adolescencia yo hacía humor en periódicos liceístas y universitarios, pero
había un consenso de los aburridos en que el humor no era literatura, en que la
verdadera literatura debía ser
funeraria, solemne, soporífera. Compré Historias de cronopios y de famas sin conocer en absoluto al autor,
meramente fascinado por el atrevimiento del título, y desde entonces me
convertí en adicto a Cortázar, y me reafirmé en la idea de que el creador debe
hacer lo que le gusta, lo que le divierte. Alguna vez le comenté que había
querido incluir en mi obra a un utopista venezolano, pero que me había
contenido porque Julio había incorporado a Cefirino Piriz en La vuelta al día en ochenta mundos. Me
animó a que lo hiciera, y así tuve licencia para incluir un relato sobre Ramiro
Nava en La orgía imaginaria. Podría haber
de cortazariano en mis garabatos el juego, la experimentación, la sonrisa, la
fascinación por lo fantástico. Pero éstas herencias vienen también de Macedonio
Fernández, de Vicente Huidobro.
-¿Qué es lo que más le gusta del quehacer creador de Julio
Cortázar?
-La levedad. Cortázar acometió el
cuento, la novela, el ensayo, el teatro y en ocasiones la poesía. Nunca es
farrogoso, ni pretencioso, ni moralista.
COMPROMETIDO
CON EL COMPROMISO
-Julio Cortázar fue un escritor comprometido, usted es un escritor
comprometido. ¿Entre el compromiso de antes y el compromiso de ahora cuáles son
las diferencias y coincidencias, si es que hay de ambas y en ambas?
-El compromiso antes, ahora y
después, es siempre con la conciencia. De allí deriva la solidaridad con unas
ideas, con un pueblo, con una clase social, con un partido. El compromiso es
además explícito y abierto. Nada más patético que quienes dicen abominar del
compromiso, y son beatos del neoliberalismo, de la banca, de los marines. En mi
primera adolescencia fui nihilista, a los 18 años me volví marxista y lo soy antes, ahora y después, sin diferencias.
-A Julio Cortázar le achacaban algunos críticos que su palabra
había perdido esplendor o fuerza toda vez que se identificó y asumió de manera
más protagónica (caso Nicaragua) el rol de intelectual comprometido. ¿Cómo lo
aprecia usted? ¿Puede establecerse algún parangón con usted?
-Vaya, qué esplendorómetro tan bien
calibrado el que les permite medir que un texto tiene fuerza según que se lo
haya publicado antes o después del compromiso con Nicaragua. Apuesto a que les
muestras varios textos sin descubrirles las fechas, y no saben distinguir uno
del otro ¿Pero acaso no era comprometido “Casa tomada”, uno de sus primeros
relatos, y que se refiere simbólicamente a una Argentina que obliga a sus
habitantes a marcharse? ¿Los “famas”, retratados décadas antes de que insurgiera el sandinismo, no son una alegoría de los burgueses, atentos
sólo al dinero, al provecho, a la rapacidad y al propio interés? Yo lo que
observo es que la mayoría de los conversos no han vuelto a escribir nada que
valga la pena desde que dejaron la izquierda.
-Es de suponer que se vieron, en calidad de amigos, muchas veces.
¿Puede contarle a los lectores alguna anécdota, un hecho, que recuerde usted y
que los involucre a ambos?
-Un ser legendario no podía menos que
dar ocasión a leyendas. Dijeron que sufría una enfermedad que le impedía
envejecer. Lo cierto es que por alguna peculiaridad siguió creciendo toda su
vida, en alma y cuerpo. Andaba con pantalones brincapozos, porque los que
compraba al poco tiempo le quedaban cortos. Cuando estuvo en Caracas, Duccio D´Ambrosio
nos grabó una larga conversación, en la cual de mutuo acuerdo evitamos hablar
sobre literatura, y en cambio nos divertimos mucho conversando sobre cómic,
cine fotonovela, boxeo y música latinoamericana. Cuando al fin pasé una
temporada en París hacia 1980, Julio estaba tan grave que no pude verlo. En el
texto de la que hubiera sido su última conferencia, que dejó por escrito, me
confiere el honor de citarme in extenso. Hace un año tomé Un tal Julius para releerlo, y cayó al suelo un papelito donde me
había escrito de puño y letra su dirección en París: 1, Place du general
Beuret.
CRÍTICA Y AUTOCRÍTICA
-Julio Cortázar estuvo de visita en Venezuela para participar en
un encuentro de intelectuales. ¿Cómo fue dicha visita?
-Justamente, fue en esa visita cuando
le cedí mi puesto en un avión que iba para Mérida. Creo que hizo mejor papel en
ese encuentro que el que jamás hubiera hecho un servidor. Yo había escrito una
ponencia sobre “Los siete exilios del escritor latinoamericano”, y Cortázar era
un exiliado de oficio, pero también un exiliado espiritual, un habitante de
utopía desterrado en este Valle de Grimas.
-A veces pareciera que en el continente nos faltan hoy varios
Julio Cortázar apuntalando en palabras, en ficción y reflexión, este
maravilloso proceso que propone un cambio paradigmático de culturas y
políticas. ¿Es así? ¿O es un tremendismo de nuestra parte? ¿Qué piensa usted?
-Seres como Julio siempre hacen
falta. En épocas tremendas, para señalar como brújulas hacia las causas buenas,
para construir imaginativamente futuros que no sean más de lo mismo. En las
épocas felices, para encontrar la desazón del instante, la tristeza en la
fiesta, las grietas de la eternidad. Pero tenemos muchos seres de ese corazón y
ese calibre, en América Latina y en Venezuela. Basta saber escuchar y leer para
descubrirlos.
-¿Existe una literatura revolucionaria? ¿Acaso no es toda
literatura, per se, revolucionaria?
-Me gusta repetir que el talento es independiente
de la ideología. Pero es verdad, incluso la literatura conservadora escrita con
talento es revolucionaria. Balzac era conservador y monárquico; su terrible
requisitoria de la burguesía francesa resulta más que revolucionaria. Dostoievski
salió de su prisión en Siberia ortodoxo y zarista: su análisis de las
humillaciones del alma del hombre bajo la opresión son reveladoras y tienen
derivaciones libertarias. Sade escribió historias monstruosas, pero ellas
denuncian cómo los nobles, los sacerdotes, los jueces devoran al resto de la
sociedad, y esas narrativas escalofriantes preparan las revoluciones
sicoanalítica y surrealista. La literatura contrarrevolucionaria es la mala.
Hay mucho best seller, mucha autoayuda, que no pasa de chicle espiritual.
-A riesgo de que seamos considerados de un excesivo carácter
especulativo: ¿se imagina a Julio Cortázar en este Proceso Bolivariano que se
extiende, ineludiblemente, por todo el continente? ¿Lo imagina imbuido en él?
¿Qué nos diría? ¿Cuál cree que sería su visión de esta realidad?
-Cortázar sin duda hubiera apoyado al bolivarianismo, pues no me imagino un Julio escribiendo el decreto de Carmona o
alguna otra perla del pensamiento de la derecha. Pero hubiera apoyado el proceso actual diciendo la
palabra justa, escribiendo el libro indispensable, el relato revelador, y quizá
la crítica y la autocrítica necesarias.
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