Las sirenas anuncian la tregua y bajamos al río desde lados opuestos. Bebemos y llenamos las cantimploras. Un momento nos quedamos sentados en el cauce que nos moja, pensando aunque ninguno sabe qué piensa el otro. Hay tiempo y me lavo la cara y hundo la cabeza y siento un gran alivio. Luego suena la primera sirena y sin hablarnos nos retiramos, mirándonos. Cuando la segunda sirena suena, disparo primero, y allí queda tendido para siempre a la orilla del río que sigue pasando para siempre.
Excelente
ResponderEliminarRecibe un abrazo desde Santiago
de Chile,
CFCA
Me gusto mucho!!
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Amigo Luis, eres el unico escritor que me hace recordar el humor de Aquiles Nazoa
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