Alguna vez los aerosoles nebulosos pretendían cuajar en consignas concretas. En cierto momento renunciaron voluntariamente al gran error de decir. Después del enunciado qué me miras pendejo no ves que soy un letrero, no hay escritura posible. Desde entonces tenemos la invasión de los grafitos ininteligibles. Que levante la mano quien no se los haya quedado mirando tratando de descifrar formas que parecen letras disfrazadas de terremotos que parecen explosiones disfrazadas de gestos. Como el universo, parecen tener un sentido pero pudieran no tenerlo y como él, podrían haber tenido un propósito igual que nunca lo han tenido. En qué momento el vándalo prefirió en lugar de apedrear ventanas o cortar gargantas asperjar los muros de formas que no dicen más que sí mismas. Mirando los grafitos se alcanza la iluminación aunque lo mas probable es que nos lleve por delante un camión o un motorizado que persigue a un automovilista. Cómo querríamos ver cubiertas de grafitos las horribles vallas comerciales, las fachadas escarapeladas, las tristes caras de los ciudadanos con expresión de intemperie o ceño de relleno sanitario de sentimientos. Piensan lanzar el grafito gaseoso para iluminar las nubes. Con el grafito sin sentido amanecen los muros.
LA INVASIÓN DE LAS VALLAS RODANTES
Todas las miserias de Caracas se nos atraviesan en el camión doble ancho y doble largo que quema inútilmente combustible sólo para pasear el horror más horroroso de la ciudad que es la valla publicitaria. En verdadero triple play de la irresponsabilidad urbana se consigue a la vez empeorar la congestión de tráfico, derrochar gasolina y hacer circular el engendro publicitario que no debió escapar nunca del galpón donde lo confeccionaron. Parece que la valla rodante deambula buscando domicilio y no lo consigue en una ciudad ya totalmente tapiada de cartelones ilegales. Una valla rodante es imposible de leer, y quien lo intenta choca o muere bajo sus aplastantes ruedas de gandola. Yo me puse a seguir una valla rodante para disfrutar del hecho de que su parte trasera sin mensaje tapara el paisaje de la ciudad totalmente enmascarada por anuncios mugrientos. Entonces advertí que todas las vallas ilegales también echaban ruedas de camión y tomaban la calle, desplazando todos los vehículos excepto el mío, al cual seguramente confundían con una chatarra. La infinita procesión de las vallas rodantes, como una escuela de samba en los carnavales del mal gusto, fue de oficina pública en oficina pública secuestrando en sus cajas huecas a los burócratas que permitieron mediante soborno que la ciudad quedara sepultada bajo sus anuncios espantosos. Sin dejarse detener por semáforos ni peajes, como una división blindada la procesión de las vallas rodantes irrumpió hacia el litoral y hasta el precipicio de Tarma desde donde, como rebaño de lemmings suicidas, empezó a precipitarse al mar con todo y burócratas prisioneros, para restablecer el equilibrio ecológico de la naturaleza agredida. En toda la ciudad se oyó un suspiro de alivio y en todo el mar una remoción de horror ante el abismo donde por fin dejaban de hacer daño burócratas corruptos, camiones derrochadores de combustible y vallas con mensajes horripilantes.
LA INVASIÓN DE LAS VALLAS RODANTES
Todas las miserias de Caracas se nos atraviesan en el camión doble ancho y doble largo que quema inútilmente combustible sólo para pasear el horror más horroroso de la ciudad que es la valla publicitaria. En verdadero triple play de la irresponsabilidad urbana se consigue a la vez empeorar la congestión de tráfico, derrochar gasolina y hacer circular el engendro publicitario que no debió escapar nunca del galpón donde lo confeccionaron. Parece que la valla rodante deambula buscando domicilio y no lo consigue en una ciudad ya totalmente tapiada de cartelones ilegales. Una valla rodante es imposible de leer, y quien lo intenta choca o muere bajo sus aplastantes ruedas de gandola. Yo me puse a seguir una valla rodante para disfrutar del hecho de que su parte trasera sin mensaje tapara el paisaje de la ciudad totalmente enmascarada por anuncios mugrientos. Entonces advertí que todas las vallas ilegales también echaban ruedas de camión y tomaban la calle, desplazando todos los vehículos excepto el mío, al cual seguramente confundían con una chatarra. La infinita procesión de las vallas rodantes, como una escuela de samba en los carnavales del mal gusto, fue de oficina pública en oficina pública secuestrando en sus cajas huecas a los burócratas que permitieron mediante soborno que la ciudad quedara sepultada bajo sus anuncios espantosos. Sin dejarse detener por semáforos ni peajes, como una división blindada la procesión de las vallas rodantes irrumpió hacia el litoral y hasta el precipicio de Tarma desde donde, como rebaño de lemmings suicidas, empezó a precipitarse al mar con todo y burócratas prisioneros, para restablecer el equilibrio ecológico de la naturaleza agredida. En toda la ciudad se oyó un suspiro de alivio y en todo el mar una remoción de horror ante el abismo donde por fin dejaban de hacer daño burócratas corruptos, camiones derrochadores de combustible y vallas con mensajes horripilantes.
excelente articulo, mis respetos sr. García, una vez mas deleitandome , lo arrecho es q soy un chamo, y usted tiene toda una vida escribiendo, en mi casa está desde q era chamo su libro "me rio del mundo" , q leo desde q tenia como 8, no sigo empalagando su blog con mis felicitaciones , Saludos.
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