Istanbul. La
ciudad sobrevive a sus creadores y a sus propias reencarnaciones. Permanece
fiel al primer plano de toda urbe, que es la maraña. Siguiendo la topografía
originaria las callejuelas se ovillan en relieves y vadean abismos como serpentinas
que devienen telarañas y vuelven sobre si mismas como remolinos entre el fulgor
de los bazares y la contagiosa euforia de sus muchedumbres. Si la existencia es
laberíntica, ¿por qué sus cauces habrían de ser rectilíneos? Sólo el relámpago
de la soberbia construye villas cuadriculadas, inteligibles, todo lo que no
debe ser una ciudad ni una vida. En una urbe donde coexisten tantas ruinas bien
pueden sobrevivir un instante las de una sola existencia. Quizá las ciudades
sean los verdaderos seres vivientes. Somos demasiado pequeños, demasiado
efímeros para ser de alguna consecuencia.
Agya Sofía, Mezquita
Azul. Antes de nuestras eficaces guerras tecnológicas, las edificaciones
duraban casi tanto como las ciudades. Piedras que homenajearon dioses paganos y
honraron luego deidades cristianas para
adorar hoy el fulgor del Único. Istanbul, frontera entre el pasado y el futuro,
entre Asia y Europa, entre Zeus, Jesús y el Profeta, Nubes de piedra adoptan formas de cúpulas perfectas que simulan y
desafían firmamentos. Creemos honrar seres invisibles cuando adoramos la obra
de endebles manos perecederas como las nuestras. Tras esas vidas anónimas que
edificaron milagros veneramos quizá la pasión que nos falta.
Cisterna Binbirdirek.
Ampulosas naves como las de una agregación de catedrales cubren un lago sombrío
sembrado de pasillos y columnas alegóricas; entre ellas la de
Medusa. La oscuridad impide la alucinación perfecta, que sería la del dosel de
cúpulas duplicándose en la infinita profundidad líquida. Toda ciudad es
acuática, aún la enclavada en el desierto. El agua es la miel que reúne la
colmena humana. Sin acueducto puede
haber aldea, pero no ciudad. Una
muchacha me ofrece la inevitable moneda que hay que arrojar al pozo que según
los cuidadores hace cumplir deseos. Todo anhelo tiene un nombre. Por un
instante creo haber olvidado el de la que me hizo olvidarme de mi mismo ¿Me
destruirá el lograrlo o el no lograrlo?
Iberoamerikan Yazarlar Bulumasi. Me invita el Instituto Cervantes de Turkiye al III Encuentro de Escritores Iberoamericanos para disertar sobre literatura, o sea, la explicación del mundo. Arribo gracias al solidario apoyo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el Cenal y de nuestra Embajada. Improviso ante un tumulto de imponentes académicos. Postulo que los mitos y las variantes de los relatos imaginarios nacen de los sueños, algunos de los cuales nuestros antepasados bien podían confundir con alguna clase de vigilia. Los primeros hombres no distinguían perfectamente entre la vida que experimentaban con los ojos cerrados y la diurna. Asomó Jorge Luis Borges que «La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido». Quiza el origen de todos los relatos imaginarios está en esa realidad ficticia que todas las noches vivimos. Nadie sabe por qué los mamíferos superiores sueñan, ni el sentido de sus ensoñaciones, pero el sujeto al cual se permite dormir pero se impide soñar despertándolo termina perdiendo la cordura. Así como un cerebro que no sueña colapsa, una sociedad que no imagina se desintegra. Cada pueblo instituye como verídicos relatos ficticios, acaso soñados, que llama religión, filosofía, historia, que al ser tomados como reales le permiten ordenar su realidad y acaso extraviarse en ella. Dentro de este magma imaginario la literatura se define por su milenaria lucha por tornarse irreal. Pues desde el principio de los tiempos no hubo alucinación, pesadilla ni infundio que no fuera tenido por verídico una vez articulado como relato. Desde los diversos Génesis hata los Apocalipsis innumerables, desde las sagas homéricas al ciclo arturiano, todo era tenido por cierto, revelado por dioses, iluminados o voceros de la irrebatible tradición. Hasta la filosofía se expresaba en narrativas que se pretendían verídicas: el mito de la Caverna, el de los seres divididos que se reencuentran en el amor. Sólo a partir de la Ëpoca Moderna la literatura conquista el carácter ficticio que la independiza de la realidad y le permite por tanto asemejarse lúcidamente a ella. Desde entonces su autor es el hombre precario que narra desde una perspectiva tan subjetiva como la que desarrollan las artes plásticas, y sus personajes son ficciones identificadas por un punto de vista: la Celestina, Don Pablos, El Buscón, Don Juan, Hamlet, el Príncipe Segismundo, Alonso Quijano, Sancho Panza, Cándido, Luciano de Rubempré, Raskolnikov, Stephen Dedalus, Gregorio Samsa. Pero al mismo tiempo, estos personajes representados como ficciones son la más fidedigna encarnación de las ideologías con las cuales cada sociedad sueña el misterio del mundo: Barroco, Conceptismo, Manierismo, Ilustración, Romanticismo, Positivismo, Subjetivismo, Expresionismo, Relatividad, Surrealismo, Nihilismo, Postmodernidad, El sueño sólo revela la verdad a partir del momento en que cumple la hazaña de independizarse de ella. Ovación. Paso horas dibujando dedicatorias a la versión bilingüe en turco y castellano de los Cuentos Selectos de Rajatabla, publicación del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Ankara y de nuestra Embajada. .
En el Centro de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Ankara converso sobre América Latina y el Mundo Musulmán, sobre
la ficción que miente que con la reconquista de Granada en 1492
desaparecieron los casi ocho siglos de
cultura islámica transcurridos desde la conquista de Hispania por los omeyas en
711, así como los rasgos de ella
transmitidos a América. Al Centro de
Pensamiento Estratégico de Turkiye, también en Ankara, dirijo la ponencia
“Geopolítica del agotamiento de los hidrocarburos”, sobre la pesadilla que todos
debemos enfrentar en breve: reinventar un mundo sin energía fósil, después de
que la que tenemos sea consumida en cuatro o cinco décadas apenas.
Milli
Kütüphane. Biblioteca Nacional de
Turkiye en Ankara, otro de los monumentos que suspenden el ánimo. Un descomunal
cilindro cupular alberga en su interior seis pisos con estanterías concéntricas
que alojan arriba de cuatro millones de volúmenes impresos, incunables, cartografías,
manuscritos de valor incalculable. Pensar cuántas vidas requirió escribirlos,
cuántas necesitaría el leerlos. La información es anulada por su destrucción o
su exceso. En la amplia sección de Venezuela encuentro varios títulos míos; deposito otros que llevo como ofrendas. No hay biblioteca
o vida inmune al pavor
del infinito.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.



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