Luis Britto García
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Desdichada época la que multiplica los adioses. Nacer es despedirse. El veterano guerrillero Tirso Alberto me decía que un hilo invisible une a las personas esencialmente buenas. Sin pertenecer al grupo, un venturoso azar me ha llevado a conocer y tratar a la mayoría de los compatriotas cuya labor admiro. El tiempo nos los lleva, su obra nos los preserva.
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Mario Sanoja
Obediente es caraqueño viejo, curiosa condición en una ciudad en donde casi
todo el mundo viene de otra parte. Como Cronista de la Ciudad, nos regalaba
sabrosas relaciones sobre las celebraciones de la Navidad, las casas de
vecindad o las Zonas Rojas de antaño. Uno de mis héroes culturales es el hoy
casi olvidado utopista Ramiro Navas, Príncipe Rosacruz y Fellow de la Real Sociedad de Ingenieros de Londres, quien en 1936
se postuló para la Presidencia de la República con la desmesurada promesa de
hacer en seis meses la felicidad de todos sus compatriotas. En una Venezuela
rural que apenas despertaba del sopor de 27 años de dictadura gomecista, proponía ya para ese entonces
puentes sobre el lago de Maracaibo y el Orinoco, autopista Caracas-La Guaira, una
capital cruzada por Avenidas Bolívar y Urdaneta, refrescada por lagos
artificiales y sobre todo florecida de parques. Para no quedarse en la
propuesta, construyó cerca de La Pastora su modelo de la Ciudad Jardín, ronda de luminosas casitas de dos pisos
alrededor de un vergel. Por esa coincidencia que a veces llamamos
predestinación, Mario pasó parte de su infancia
en esa Ciudad Jardín, dedicado entre otros quehaceres a admirar a su hermana
mayor la bailarina contemporánea Sonia Sanoja
y al robo furtivo de mangos. Haber vivido sus primeros años gustando los
frutos de la utopía es querer multiplicarlos para todos. La mejor manera de
lograrlo es sembrando semillas del conocimiento. Para dicha de ambos, Mario
Sanoja Obediente e Iraida Vargas Arenas se conocieron en la casa que por aquél
entonces vencía la sombra, la Universidad Central de Venezuela. Retoños de esa
unión vitalicia son siete nietos y setenta libros, que nos invitan a la empeñosa
tarea de conocernos.
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Cuál es la visión de
Venezuela que debemos a estos dos sabios. Espigamos apenas algunas ideas. Donde
la Historiografía conservadora nos representa como pueblos apenas inaugurados,
Iraida y Mario con los instrumentos certeros de la Sociología, la Antropología
y la Arqueología nos revelan que nuestra existencia colectiva data de más de
14.500 años. Que durante la mayor parte
de esos milenios vivimos en la Comunidad Originaria, en lo que Cervantes
llamaría la Edad de Oro, sin clases sociales ni propiedad privada de los medios
de producción. Que durante esos eones se estructura y decanta una cultura de la
solidaridad, la igualdad y la comunidad que todavía integra las estructuras profundas de
nuestra nación. Que donde
las voces de la crónica describen a los pobladores originarios como nómadas, el
terco, irrefutable testimonio de la acumulación topográfica de objetos manufacturados y restos biológicos
prueba la existencia de pueblos aborígenes estables. Donde la Historia Oficial
pretende fundación de nuevas villas o ciudades, la arqueología precisa la mera
superposición del urbanismo de los conquistadores sobre el de los indígenas. En
el sitio donde la ficción eurocéntrica supone que los ibéricos trasladan su
modo de producción superior y adoctrinan al indígena, el depósito arqueológico
revela que los recién llegados sobreviven imitando las técnicas de producción
originarias. Así nuestros primeros ancestros “constituyeron colectivos humanos que iniciaron la
forja de las bases sociales de la sociedad venezolana contemporánea donde
destaca el origen de la organización de la vida comunal, que ha pasado a ser
actualmente el componente fundamental del socialismo bolivariano” (MSO-IVA: El 4 de Febrero: proceso sociocultural
Bolivariano).
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Incompleta es la ciencia
social que reconstruye pasados sin
estrenar senderos de porvenir. Iraida y
Mario vivieron una Venezuela que
experimentó irrefutablemente el fracaso del proyecto capitalista dependiente.
Reinaugurar vías clausuradas es clausurarse. Y a este respecto advierten que: “El estudio de la práctica pluralista del socialismo bolivariano
actualmente en desarrollo, nos indica que la creación de un futuro Estado
comunal de justicia y de derecho social de nuevo tipo deberá fundamentarse en
la existencia de una multiplicidad heterogénea de conjuntos comunales
regionales, unida por principios profundos de convivencia social y económica.
Sin embargo, la realización efectiva de dichas organizaciones comunales está
mediada por la conformación particular de las estructuras de clase y,
especialmente de la configuración cultural de dichas clases, así como en las
poblaciones y la vinculación de las mismas a sus respectivos mercados
nacionales y -en última instancia- al mercado mundial” (IVA-MSO: Del rentismo al socialismo comunal).
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La Comuna, y no el capital transnacional, sería así el sujeto histórico del futuro
Estado Comunal. Pero no es fórmula mágica heredada, sino concepto a terminar de
construir mediante profunda indagación: “Los resultados de esas investigaciones
son necesarios para la interacción social y la producción de
conocimientos, lenguajes, códigos, información…. De manera que no
solamente significan insumos para la creación de un sistema alternativo de
producción, sino que implican nuevas relaciones sociales y, por lo tanto,
nuevos modelos culturales donde se definen actores, así como imaginarios,
símbolos y códigos culturales”(IVA: Reflexiones sobre la Vía del Socialismo
Bolivariano Venezolano).
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En reuniones informales de amigos en la casita de los Sanoja o en resquicios entre tumultuosos eventos o encuentros de intelectuales conversábamos sobre estas ideas. La ausencia de Mario nos carga ahora a todos con la urgente responsabilidad de realizarlas. Entre sus proyectos estaba el de un Museo Antropológico de la Mujer y el Hombre Venezolanos, dirigido a celebrar la conciencia de lo que somos revelando la inagotable epopeya de lo cotidiano. Una vez más propongo la culminación de su idea como el mejor homenaje, no sólo para Iraida y Mario, sino para todos los que compartimos la exigente tarea de la venezolanidad.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO