sábado, 3 de septiembre de 2022

MARIO SANOJA

 Luis Britto García 

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Desdichada época la que multiplica los adioses.  Nacer es despedirse. El veterano guerrillero Tirso Alberto me decía  que un hilo invisible une a las personas esencialmente buenas. Sin pertenecer al grupo,  un venturoso azar me ha llevado a conocer y tratar a la mayoría de los compatriotas cuya labor admiro. El tiempo nos los lleva, su obra nos los preserva.

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Mario Sanoja Obediente es caraqueño viejo, curiosa condición en una ciudad en donde casi todo el mundo viene de otra parte. Como Cronista de la Ciudad, nos regalaba sabrosas relaciones sobre las celebraciones de la Navidad, las casas de vecindad o las Zonas Rojas de antaño. Uno de mis héroes culturales es el hoy casi olvidado utopista Ramiro Navas, Príncipe Rosacruz y Fellow de la Real Sociedad de Ingenieros de Londres, quien en 1936 se postuló para la Presidencia de la República con la desmesurada promesa de hacer en seis meses la felicidad de todos sus compatriotas. En una Venezuela rural que apenas despertaba del sopor de 27 años de  dictadura gomecista, proponía ya para ese entonces puentes sobre el lago de Maracaibo y el Orinoco, autopista Caracas-La Guaira, una capital cruzada por Avenidas Bolívar y Urdaneta, refrescada por lagos artificiales y sobre todo florecida de parques. Para no quedarse en la propuesta, construyó cerca de La Pastora su modelo de la Ciudad Jardín,  ronda de luminosas casitas de dos pisos alrededor de un vergel. Por esa coincidencia que a veces llamamos predestinación, Mario pasó parte de su  infancia en esa Ciudad Jardín, dedicado entre otros quehaceres a admirar a su hermana mayor la bailarina contemporánea Sonia Sanoja  y al robo furtivo de mangos. Haber vivido sus primeros años gustando los frutos de la utopía es querer multiplicarlos para todos. La mejor manera de lograrlo es sembrando semillas del conocimiento. Para dicha de ambos, Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas Arenas se conocieron en la casa que por aquél entonces vencía la sombra, la Universidad Central de Venezuela. Retoños de esa unión vitalicia son siete nietos y setenta libros, que nos invitan a la empeñosa tarea de conocernos.

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Cuál es la visión de Venezuela que debemos a estos dos sabios. Espigamos apenas algunas ideas. Donde la Historiografía conservadora nos representa como pueblos apenas inaugurados, Iraida y Mario con los instrumentos certeros de la Sociología, la Antropología y la Arqueología nos revelan que nuestra existencia colectiva data de más de 14.500 años. Que durante la mayor  parte de esos milenios vivimos en la Comunidad Originaria, en lo que Cervantes llamaría la Edad de Oro, sin clases sociales ni propiedad privada de los medios de producción. Que durante esos eones se estructura y decanta una cultura de la solidaridad, la igualdad y la comunidad que  todavía integra las estructuras profundas de nuestra nación.  Que donde las voces de la crónica describen a los pobladores originarios como nómadas, el terco, irrefutable testimonio de la acumulación topográfica de  objetos manufacturados y restos biológicos prueba la existencia de pueblos aborígenes estables. Donde la Historia Oficial pretende fundación de nuevas villas o ciudades, la arqueología precisa la mera superposición del urbanismo de los conquistadores sobre el de los indígenas. En el sitio donde la ficción eurocéntrica supone que los ibéricos trasladan su modo de producción superior y adoctrinan al indígena, el depósito arqueológico revela que los recién llegados sobreviven imitando las técnicas de producción originarias. Así nuestros primeros ancestros “constituyeron colectivos humanos que iniciaron la forja de las bases sociales de la sociedad venezolana contemporánea donde destaca el origen de la organización de la vida comunal, que ha pasado a ser actualmente el componente fundamental del socialismo bolivariano” (MSO-IVA: El 4 de Febrero: proceso sociocultural Bolivariano).

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Incompleta es la ciencia social que reconstruye  pasados sin estrenar senderos de  porvenir. Iraida y Mario vivieron una Venezuela  que experimentó irrefutablemente el fracaso del proyecto capitalista dependiente. Reinaugurar vías clausuradas es clausurarse. Y a este respecto advierten que: “El estudio de la práctica pluralista del socialismo bolivariano actualmente en desarrollo, nos indica que la creación de un futuro Estado comunal de justicia y de derecho social de nuevo tipo deberá fundamentarse en la existencia de una multiplicidad heterogénea de conjuntos comunales regionales, unida por principios profundos de convivencia social y económica. Sin embargo, la realización efectiva de dichas organizaciones comunales está mediada por la conformación particular de las estructuras de clase y, especialmente de la configuración cultural de dichas clases, así como en las poblaciones y la vinculación de las mismas a sus respectivos mercados nacionales y -en última instancia- al mercado mundial” (IVA-MSO: Del rentismo al socialismo comunal). 

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La Comuna, y no el capital transnacional,  sería así el sujeto histórico del futuro Estado Comunal. Pero no es fórmula mágica heredada, sino concepto a terminar de construir mediante profunda indagación: “Los resultados de esas investigaciones son necesarios para la interacción social y la producción de conocimientos,  lenguajes, códigos, información…. De manera que no solamente significan insumos para la creación de un sistema alternativo de producción, sino que implican nuevas relaciones sociales y, por lo tanto, nuevos modelos culturales donde se definen actores, así como imaginarios, símbolos y códigos culturales”(IVA: Reflexiones sobre la Vía del Socialismo Bolivariano Venezolano).

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En reuniones informales de amigos en la casita de los Sanoja o en resquicios entre tumultuosos eventos o encuentros de intelectuales conversábamos sobre  estas ideas. La ausencia de Mario nos carga ahora a todos con la urgente responsabilidad  de realizarlas. Entre sus proyectos estaba el de un  Museo Antropológico de la Mujer y el Hombre Venezolanos, dirigido a celebrar la conciencia de lo que somos revelando   la inagotable epopeya de lo cotidiano. Una vez más propongo la culminación de su idea como el mejor homenaje, no sólo para Iraida y Mario, sino para todos los que compartimos la exigente tarea de la venezolanidad.

TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO

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