Luis Britto García
5) Estética
abstracta: En la Ciudad Universitaria diseñada por Carlos Raúl Villanueva
el contacto de la estética pública con las masas se hace sin concesiones, sin
ningún esfuerzo por comunicar ofreciéndoles signos o temas reconocibles por
ellas. Las obras -en su mayoría abstractas- expuestas a la contemplación no hablan otro lenguaje que el de las armonías
internas, los ritmos y los contrastes de formas y de colores, accesible para
esa época sólo a una élite. La Ciudad Universitaria parece aquí también
presuponer espectadores de un gusto modernizado y de un alto nivel estético, o
que la mera exhibición de obras de calidad superior logrará elevar rápidamente
el gusto del público. Obras figurativas como la estatua de María Lionza, de Alejandro Colina, o el mural Conductores de Venezuela, de Pedro León Zapata, fueron
posteriormente situadas fuera del recinto, tras enconados debates.
6) Omnipotencia
de la tecnología: este lenguaje de una estética abstracta está acompañado
por el idioma de una tecnología de avanzada para la época. Las curvas
perfiladas para los pasillos cubiertos, para los techos de los estadios y para
los numerosos auditorios parecen hacer ingrávidas las membranas de concreto que recubren estas
estructuras. El cemento, el metal, el cristal y las cerámicas polícromas son
los materiales más visibles: todos son de factura industrial; ninguno refiere a
la naturaleza ni a la tradición. El conjunto parecería sugerir la posibilidad
de crear una inmensa obra por la mera conjunción de la voluntad y de la
técnica, sin otra relación con el medio que los indispensables ajustes para
aprovechar de la mejor manera el aire y la luz del trópico.
7) Eurocentrismo:
esta adaptación de la tecnología al medio ostenta, sin embargo, los signos
trasplantados de la estética europea de la época. En la primera etapa de la
construcción de la Ciudad Universitaria, hasta su inauguración oficial en 1954,
la mayoría de las obras de arte a ser integradas son sencillamente compradas
por Villanueva en el curso de sus viajes por Europa, y traídas en las mismas
naves que para la época desembarcan los contingentes migratorios y los
artículos suntuarios de consumo. A partir
de esa época, la dictadura escatima los fondos para la culminación del proyecto,
y empieza la contratación de obras a artistas nacionales. Estos, sin embargo,
en su mayoría estudian en Europa y allí
han pasado a militar en las filas del abstraccionismo. La Ciudad Universitaria
aparece como un excepcional muestrario de signos de la cultura
"culta", y de la modalidad de ésta que predomina en el Viejo Mundo a
principios de los años cincuenta.
8) Individualidad:
La apreciable dimensión del proyecto y su virtuosismo tecnológico no llegan,
sin embargo, a configurar un conjunto aplastante o despersonalizado. El primer
proyecto de la
Ciudad Universitaria partía de la quíntuple proa de los
balcones redondeados del Hospital Universitario en el oeste, para extenderse en
una sola avenida que serviría de eje a conjuntos de edificaciones dispuestas
alrededor de ella de manera simétrica, y culminar en los enormes estadios del
este. Esta versión preliminar tenía un
cierto paralelismo con la concepción de una Avenida Bolívar que arrancaba de
las Torres para partir en dos la ciudad, y compartía ciertamente algo de su
carácter compulsivo: como la avenida central de Washington, utilizaba la
perspectiva para recalcar la organización casi dictatorial del espacio en una
especie de rígido desfile que lo subordina todo a la culminación de la vía en
una estructura monumental, a la cual el resto del conjunto sirve apenas de
preámbulo o marco. Villanueva, sin embargo, descartó ese bosquejo preliminar,
desechó todo eje predominante y toda composición simétrica, y dispuso los
vastos espacios en una sucesión de núcleos a talla humana, casi íntimos, cada
uno dotado de una personalidad y una individualidad únicas. La plaza cubierta
frente al Aula Magna, por ejemplo, es de una extensión notable, pero mediante
la sabia colocación de las obras de arte y la interposición de los murales que
actúan como separadores de espacios, consta en realidad de una serie de ámbitos
distintos, fluidos e intercomunicados entre sí. Cierto que hay estructuras
enormes, y que éstas aparecen concentradas en suertes de núcleos definidos por
funciones: así, el Hospital Universitario, con sus inmensas instalaciones
asistenciales, está rodeado de las edificaciones docentes relativas a ciencias
de la salud; mientras que las sedes administrativas del Rectorado, la
Organización de Bienestar Estudiantil y otros servicios aparecen integradas con
el Aula Magna, el Salón de Conciertos y la Biblioteca en una sola estructura
techada; y otro grupo de edificaciones docentes para ciencias sociales y
tecnología integra otra unidad delimitada por pasillos techados, enteramente
distinta del conjunto de instalaciones residenciales hacia el Noreste (antiguas
residencias, comedor, antiguas tiendas de la Organización de Bienestar Estudiantil;
y del agrupamiento de instalaciones deportivas (piscinas, gimnasio cubierto y
estadios) que cierra el proyecto hacia el Este.
9)
Tradición: Por paradójico que
parezca, esta obra maestra incorpora, no los detalles decorativos de la
tradición arquitectónica nacional, sino sus verdades profundas: las galerías
techadas, los patios y jardines internos, las habitaciones abiertas hacia el
jardín, la iluminación y ventilación natural mediante aleros y celosías.
Los distintos espacios y estructuras de la Ciudad Universitaria,
conforme a las propuestas de la arquitectura moderna relativas a urbes y
habitaciones, están agrupadas preponderantemente en atención a sus funciones, y
no subordinados a una disposición escénica o un
manejo de la perspectiva de los ejes viales para hacer resaltar su
tamaño o presentarlos como culminaciones. Por el contrario, cada grupo de
edificios está separado por jardines o "tierras de nadie" que los
aíslan e impiden la perturbación de una función por otra. E incluso desde estos
espacios abiertos, el techado de los pasillos y la abundante vegetación
desestimulan dirigir la mirada hacia las
escasas estructuras verticales, e invita por el contrario a contemplar la
dominante horizontal de las edificaciones bajas y de los jardines. En todo
momento, el usuario de la Ciudad Universitaria se siente dentro de un
diseño pensado para la talla humana: nada lo abruma, lo aplasta, lo aísla ni lo
sobrepasa. El hombre es el centro invisible de esta radiante celebración de los
signos de la modernidad.
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)
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