Luis Britto García
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Venezuela, país codiciable por sus riquezas y su posición estratégica, ha sido invadido repetidas veces en el papel y en los hechos. No hablamos de la arremetida española que comienza en 1498, ni de la del “Pacificador” Morillo en 1815. Antes de ésta, arranca la sistemática, progresiva, creciente ocupación de nuestra Guayana por pobladores y fuerzas coloniales de los imperios holandés e inglés, que culmina en el nefasto Laudo de 1899, efecto de nuestro entreguista sometimiento a árbitros extranjeros.
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En 1901 el Presidente de Colombia
José Manuel Marroquín confía tres mil efectivos colombianos al mando del
“venezolano” Rangel Garbiras, para que nos invada por San Cristóbal. Celestino,
hermano del Presidente Cipriano Castro, los desbarata y persigue hasta la
frontera. La coalición de banqueros extranjeros y caudillos locales mal llamada
revolución “Libertadora” se alza de inmediato apoyada por un buque de guerra
extranjero. Derrotada ésta, al poco tiempo los acreedores de la Deuda Externa,
coligados con los gobiernos de
Inglaterra, Alemania e Italia nos bloquean entre 1902 y 1903 con quince
acorazados que hunden nuestras ínfimas unidades navales, cañonean fuertes y
poblados, desembarcan, saquean y son puestos en fuga por la combinación de un
acuerdo diplomático y la conscripción de cien mil voluntarios para defender “el
suelo sagrado de la Patria”.
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Ya entrado el
siglo XX, ocurren acometidas que mal podrían ser llamadas invasiones, pues se
trata de revolucionarios venezolanos en lucha
contra la tiranía de Juan Vicente Gómez. Román Delgado Chalbaud y el
escritor José Rafael Pocaterra asaltan Cumaná en 1929 con fuerzas transportadas
en el vapor Falke y son derrotados.
El mismo año Rafael Simón Urbina y el escritor Miguel Otero Silva se apoderan
de un buque en Curazao, desembarcan por Coro, e inician una guerrilla que será
dispersada. En 1967 un puñado de guerrilleros venezolanos y cubanos ancla en Machurucuto
y es aprisionado.
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Con el triunfo
electoral del bolivarianismo en 1998 se intensifica otra infiltración
sistemática, progresiva y creciente de delincuentes y paramilitares buscando
sabotear y deponer al gobierno democrático. Los Estados Mayores foráneos
descuartizan y se reparten sobre el papel la espléndida presa de Venezuela.
Entre el 3 y el 18 de mayo de 2001, las Fuerzas Armadas Españolas ejecutan la
Operación Balboa, un “ejercicio de simulación de operaciones aéreas” en el cual
fuerzas de Estados Unidos y de países aliados, con autorización de la ONU y
desde bases en Colombia y Panamá atacan la zona occidental de un “País Marrón”,
al cual mapas e información de inteligencia identifican como Venezuela. El 18
de mayo culmina el ejercicio con “tanques de las fuerzas aliadas en algunas
ciudades, así como el bloqueo de Maracaibo, Puerto Cabello y de la base naval
de Paraguaná, de donde habían sido desalojados los radicales”, el derribo del avión que transporta al Presidente, y la
fragmentación del “País Marrón” en varios Estados diferentes.
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Que no se trata de juegos lo demuestra el que apenas
once meses después revienta en Venezuela un golpe de Estado preparado y apoyado
por Estados Unidos y sus aliados. Lo coordinan agencias de seguridad estadounidenses;
lo ejecuta el “Grupo Fénix” de la Policía Municipal, entrenado por el
“superpolicía” norteño William Bratton. Según comenta
acertadamente Eleazar Díaz Rangel, “En esa ocasión, surgieron evidencias que
implican al Gobierno norteamericano. A propósito de ese tema, escribí en mi
página dominical (3/5/2003) ´Abril en Washington´, donde mostraba cómo el cap.
de navío USA David Cazares, en una recepción en el Hotel Meliá (8/4/2002) se
acercó a un general venezolano, a quien había confundido con otro que
conspiraba, y le preguntó por la falta de contactos ya que tenían un submarino
y dos naves de guerra surtos en mar venezolano. El 12/4/2002, el coronel USA
Donald F. MacCarty hizo una irregular solicitud de autorización para
sobrevuelos de aviones USA Galaxy C-17 y Hércules C-130. En esos mismos días,
en lugar de los cuatro aviones F-16 que EEUU tiene permanentemente en Curazao,
después que dejaron sus bases en Panamá, hubo durante varios días 16 de esos
poderosos caza-bombarderos. (…)En Últimas
Noticias registramos cómo una nave norteamericana penetró (12/04/2002)
nuestras aguas territoriales cerca de Falcón, y desde allí un helicóptero
sobrevoló en círculos y lo hizo cerca de la isla de La Orchila, donde tenían
preso al presidente Chávez”(“Invadida Venezuela en ‘juego de guerra’ de la
Otan”, Últimas Noticias, 9/5/2004, p.
18-22).
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Desde
entonces, incontables proyectos criminales son fraguados desde Colombia. En 2004 más de un centenar de paramilitares
neogranadinos con falsos uniformes del ejército venezolano son detenidos en las
afueras de Caracas preparando un magnicidio. En el vecino país se forja otro
disparatado intento de magnicidio con drones para noviembre de 2018. El 23 de
febrero de 2019 los presidentes José Roberto Duque y Piñera apadrinan presencialmente
un intento de forzar la frontera por Cúcuta y por Santa Helena de Guairén con
el pretexto de entregar “ayuda humanitaria”, tropelía exitosamente rechazada
por pueblo y ejército venezolanos. El grupo paramilitar “Guardia Territorial
Pemona” intenta impedir que la Guardia Nacional defienda nuestra frontera con Brasil. Poco después queda Venezuela sin
electricidad varios días, por efecto de un presunto sabotaje en la planta
hidroeléctrica del Guri.
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Otro eslabón de la cadena de fracasos lo remacha el
ejercicio “Puma”, comandado entre abril y junio de 2019 por el entonces jefe de la fuerza de despliegue rápido y hoy
jefe del Estado Mayor Conjunto del ejército argentino, general Juan Martín
Paleo, bajo supervisión del Comando Sur,
y recientemente difundido por el comunicador Horacio Verbitsky. El plan prevé
la invasión a Venezuela con fuerzas multinacionales por las fronteras colombiana,
brasileña y la costa del Caribe.
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¿Debemos desechar “Puma” como mera baladronada para
complacer a Trump en momentos en que éste intensificaba medidas coercitivas
unilaterales contra Venezuela y animaba la farsa del presidente fantoche
autoelegido para robar bienes venezolanos en el exterior? Pues apenas un año
más tarde, en mayo de 2020, colapsa estrepitosamente la ridícula “Operación
Gedeón”, ataque mercenario contratado por el mismo títere autoproclamado con la firma Silvercorp, cuyos mercenarios de diversas nacionalidades
son desembarcados de lanchas del ejército colombiano. Y al año siguiente,
recrudece la arremetida paramilitar por Apure y la Región Central.
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Cuando el ejercicio de invasión suena, piedras trae. Peñascos que debemos destruir antes de que nos atropellen.
TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO.
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