Luis Britto García
Según Ferdinand Lundberg, para determinar cuál es la clase dominante en un país basta ver cuál es la que está exenta de la tributación. El neoliberalismo ha perfeccionado una trama de corruptelas, acomodos y trampas para que los capitalistas resulten virtualmente inmunes a los impuestos.
Con la globalización, el capital trasnacional ha
encontrado su presa predilecta en el Tercer Mundo. La abundancia de recursos
naturales, de mano de obra subpagada y sin derechos laborales en las maquilas o
Zonas Económicas Especiales y las autoridades complacientes se dan la mano para
llevar la explotación al paroxismo del capitalismo salvaje.
Instrumentos del latrocinio como los Infames Tratados
contra la Doble Tributación disponen que las empresas extranjeras no paguen impuestos en el país donde operan
y obtienen sus beneficios, sino en la
metrópoli donde está situada su casa matriz.
Gracias a estos instrumentos del bandolerismo,
nuestros países aportan sus recursos naturales, sus servicios públicos, sus
sistemas de protección de la propiedad, sus trabajadores educados, mantenidos
en buena salud y pensionados, sin que los
inversionistas extranjeros aporten un centavo en impuestos para colaborar con
esos gastos indispensables para la producción.
Pero el capital transnacional tampoco paga impuestos en sus países de origen: coloca sus ganancias
en cuentas secretas en Paraísos Fiscales
donde ni cancela tributos ni rinde cuentas a nadie.
A los gobiernos de los países hegemónicos les parece
muy bueno que sus empresarios exploten a los países del Tercer Mundo sin
aportarles un céntimo en tributos, pero
no soportan que también eludan pagárselos a ellos.
Para repatriar
los capitales desgaritados en Paraísos Fiscales, a principios de siglo Estados Unidos recurrió
a la oferta inmoral e ilegal de una amnistía tributaria a cambio de un
insignificante tributo del 5%, pero muy pocos se acogieron a ella. Optó también
por ofrecerles Paraísos Fiscales en su
propio territorio, pero los
capitales estadounidenses no confían en Estados Unidos.
Así las cosas, pasó del soborno a la amenaza: destapar
parte del latrocinio que las
trasnacionales perpetran contra el Tercer Mundo, para forzarlas a acogerse a
los bancos de sus países de origen. Esta es la fuente de los Panamá Papers, Pandora Papers y de cuántos Papers estén por venir.
En el mundo de complicidades que vivimos, hay que
examinar la fuente de toda milagrosa información, sobre todo si es selectiva.
Un agente de la CIA fue la “Garganta Profunda” de las revelaciones que
condenaron a Nixon; otro equipo de la
CIA sustrajo de la oficina
Mossack-Fonseca los documentos de los Panamá
Papers. En éstos, y en los Pandora
Papers, realiza la investigación el Consorcio Internacional de Periodistas
Investigativos (CIPI) financiado por la USAID, Rockefeller y el George Soros de
las “Revoluciones de Colores”.
Quien paga el mariachi elige la canción. Ello explica,
según Julio Yao, que el CIPI “jamás ha criticado a EUA, a
sus aliados anglosajones ni a sus paraísos fiscales”. Y que Dmitri
Peskov, portavoz presidencial de Rusia, apunte que en las revelaciones de Pandora
“falta la laguna fiscal offshore
más grande del mundo”, vale decir, la protegida por Estados Unidos.
En
cambio, la paliza de revelaciones hasta ahora diluvia sobre América Latina y el Caribe. Así, titula
El País: “Los ¨Papeles de Pandora¨ en Latinoamérica: tres jefes de
Estado en activo y 11 expresidentes operaron en paraísos fiscales” (https://bit.ly/3mz52E6). De seguidas señala a Sebastián Piñera, al dominicano Luis
Abinader, al ecuatoriano Guillermo Lasso, a 90 influyentes políticos,
congregaciones religiosas, artistas, multimillonarios y al Director de un banco
central.
En sus comentarios, agrega El País que “Tener una
cuenta en un paraíso fiscal no es ilegal, pero debería serlo. Su existencia
muestra cómo billonarios y políticos han creado un sistema legal a modo de sus
intereses” (https://bit.ly/3Fwvw1o). Las alarmantes revelaciones no son entonces más que conmovedora
oportunidad para ejercer la resignación.
No es
necesario que una nueva investigación del CIPI descubra cómo llegaron tales
magnitudes a semejantes cuevas de Alí Babá. Puedo ofrecer algunas claves.
Cada vez
que uno de nuestros países suscribe un Infame Tratado contra la Doble
Tributación (y Venezuela ya ha firmado unas tres decenas) sustrae el monto de
impuestos indispensables para atender a las necesidades de sus ciudadanos, y
los arroja a los Paraísos Fiscales.
Cada vez que nuestros legisladores
alzan jubilosamente la mano para sancionar normas que permiten exonerar a
trasnacionales del pago de Impuestos sobre la Renta, de Importación o de
Exportación, arrebatan el monto de esos
impuestos al pueblo necesitado que los eligió, para repletar con esos dineros
los Paraísos Fiscales.
Cada vez que nuestras autoridades suscriben contratos con
inconstitucionales cláusulas que anulan el imperio de nuestras leyes y nuestros
tribunales y obligan a someter las controversias sobre cuestiones de orden
público interno a órganos extranjeros como el CIADI, que siempre resuelven a
favor de las transnacionales, están arrebatando a los compatriotas que votaron medicinas,
alimentos, recursos, para obsequiárselos a los Paraísos Fiscales.
Cada vez que nuestros administradores o legisladores celebran o permiten
suscribir inconstitucionales contratos de estabilidad tributaria, por los
cuales se pacta privadamente con las transnacionales que no se les aumentarán
los tributos, se clausura el ingreso al Tesoro
de sumas indispensables para satisfacer perentorias necesidades de los electores
nacionales, y se ofrendan esas cantidades a los Paraísos Fiscales.
Cada vez que se elude crear sistemas
integrales de control previo, concomitante y posterior del manejo de los fondos
públicos por la administración central,
estadal, descentralizada, autónoma, y fundaciones y empresas del Estado, se
abren boquetes para que por ellos indispensables recursos no cubran las
necesidades internas y en cambio repleten los pozos sin fondo de los Paraísos
Fiscales.
Cada vez que los bienes o los servicios públidos de nuestros países son privatizados a precios irrisorios aue garantizan obscenos beneficios a los compradores, las ganancias van en línea recta a los Paraísos Fiscales.
Esos fondos exaccionados, exonerados,
distraídos, malversados, robados, estafados, timados están allí, porque
funcionarios que debían cuidarlos permitieron que en vez de cubrir perentorias
necesidades de sus compatriotas terminaran abismándose en los agujeros negros
de los Paraísos Fiscales.
¿Será que los Paraísos Fiscales le
darán a legisladores, administradores, jueces, el voto que necesitan para
continuar en sus funciones?
Me atrevo también a señalar el remedio
contra este continuado latrocinio. El 8 de octubre de 2021, un grupo de 136 países de
la ONU acordó con la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo
estipular una tasa mínima de 15% de impuesto para las ganancias de las
transnacionales, que estas deben pagar
donde operen y generen beneficios, y no donde estén situadas sus casas matrices.
Legisladores, administradores, jueces, deben elegir entre cobrar de acuerdo con el principio universal de territorialidad los impuestos indispensables para cubrir las necesidades de sus pueblos, o seguir atiborrando a los vergonzosos pozos sin fondo de los Paraísos Fiscales con la catarata de impuestos debidos a nuestros países y jamás pagados,
ILUSTRACIÓN: ANDREA BRITTO MORENO.
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