Luis Britto García
El primer boletín del Consejo
Nacional Electoral que registra 8.089.320 votantes, el 41,53% del padrón
electoral, a despecho de las amenazas imperiales y de una ofensiva terrorista
con saldo de dos centenares de mesas electorales acosadas, prueba la vigencia
de un proyecto político.
Con esta victoria el bolivarianismo
confirma una vez más que no es un simple movimiento clientelar.
Cuando el petróleo se hundía a ocho
dólares el barril y no habían arrancado las Misiones, los bolivarianos
eligieron con mayorías abrumadoras y luego salvaron del golpe de Estado de 2002
y del sabotaje petrolero a Hugo Chávez
Frías.
Ahora que el propio Comandante está
ausente y todos los poderes de los Imperios se confabulan contra nosotros,
todavía el bolivarianismo decide el destino de Venezuela e inspira al
continente.
A principios de siglo advertí que
si dejábamos continuar la infiltración paramilitar, ésta intentaría impedir las
movilizaciones de masas en apoyo al bolivarianismo. El 30 de julio cierra con
un saldo de dos centenares de mesas de votación bajo sitio terrorista; sectores
e incluso pueblos bloqueados, como el que tuvo que vadear a pie el río Torbes
para llegar a los sitios para sufragar. Grupos terroristas cortaron el acceso a
varias zonas del Este de la ciudad; debí
mudarme desde mi casa a un hotelito en el Centro desde el viernes 28 al lunes
31 para poder llegar a los centros de contingencia instalados en el Poliedro.
Cuando la editora María Elena Rodríguez se trasladaba, lanzaron una bomba
incendiaria contra la camioneta que la precedía; un ladrillo perforó el
parabrisas del carro que la transportaba. La mayoría de esos ocho millones de
electores pueden contar historias semejantes. Pero votaron, quizá, ante todo,
para que en lugar del voto no pretenda gobernar el terror.
Una vez más la torpeza de la
oposición al abstenerse en un proceso electoral entrega a los sectores
progresistas un poder casi absoluto para crear normas.
No podemos dejar pasar de nuevo la
oportunidad sin ejercerlo: estamos en medio de un cerco imperial externo e
interno: no podemos cometer más errores por acción ni omisión.
Hasta ahora los golpes más
demoledores contra el bolivarianismo han venido de quienes decían militar en
sus filas: un alcalde de Caracas elegido con votos chavistas ejecutó el golpe
del 11 de abril; un politiquero a quien se entregó la selección de la fracción
parlamentaria de la época salió esa tarde a subastarla al mejor postor; el
número de los tránsfugas, como el de los demonios, es Legión.
Para sobrevivir, debemos purgar la
Constitución de las normas neoliberales
que los opositores infiltraron en el texto de 1999: otorgamiento a la
inversión extranjera de iguales condiciones
que al capital nacional; supuesta primacía de los tratados de Derechos Humanos
sobre la misma Constitución; posible sujeción de las controversias sobre
contratos de interés público a jueces, cortes o árbitros extranjeros;
obstáculos insalvables para la expropiación; autarquía de los poderes que hace
insalvables sus divergencias;
federalización extrema que permite a gobernadores y alcaldes actuar sin
coordinación con la República y comandar ejércitos propios; convocatoria de revocatorios con apenas el
20% de la cifra de sufragios que eligieron al funcionario; disolución de la
nacionalidad; posibilidad de secesiones
con pueblos, autoridades y territorios propios.
También, debemos preservar y
perfeccionar las conquistas de la Carta Magna de 1999: propiedad de la
República sobre la industria de los hidrocarburos; gratuidad de todos los
niveles de la educación pública; reconocimiento de las prestaciones laborales
para los trabajadores, irreversibilidad de las conquistas sociales; derecho a
la información veraz y oportuna; democracia participativa y protagónica, entre
muchísimas otras.
Desde 1999 hasta hoy surgen nuevas
realidades que necesitan marco
institucional claro e inserción armónica con el orden jurídico vigente: misiones, comunas, fundos zamoranos, movimientos
sociales, reserva, medios libres, comunitarios y alternativos: todas las
instituciones de hoy que despejan el camino hacia un mañana que ha sido
proclamado como socialista.
La Constituyente no neutralizará
por si misma la ofensiva de una Guerra
de Cuarta Generación que es también
económica, social, cultural, diplomática, sicológica, mediática y
paramilitar, pero define y consolida el bloque que debe librarla y posibilita
crear las normas que permitan a
Venezuela ejercer el derecho de defenderse y el deber de vencer en ella.
PD: Perdimos medio día intentando insertar en el blog
fotografías que tomé de los obstáculos para cortes viales, de quienes los
instalaban y de los policías locales que protegían la operación. Internet falló
una vez más. Alguna vez dispondremos de una herramienta que permita divulgar la
información.
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Sociedad:
La máscara del Poder:
La lengua de la Demagogia: