Luis Britto García
¿El rebullicio mediático en torno a Donald Trump nos
hará olvidar que lo que dice el candidato no es lo que hace el Presidente?
Alborozo despiertan las declaraciones del mandatario
electo contra los medios y su decisión de no admitir a CNN, New York Times y Politic, entre otros, a las ruedas de prensa oficiales. ¿Pero se
nos olvida el nefasto desempeño de ídolos mediáticos como Kennedy, Reagan y
Obama, que vendieron como glamour el atropello contra países y pueblos?
Recordemos la luna de miel comunicacional en torno a
Barack Obama, la esperanza de renovación puesta en el afrodescendiente que
degeneró en genocida y no pudo instaurar ni siquiera un sistema público de
salud decente para su pueblo. Recapacitemos que la acometida mediática contra
Trump es dirigida por el experto en guerra sucia David Brock, pagado por la
Hillary Clinton que chilló de júbilo cuando supo del linchamiento de Kadafi.
Conmoción provocan los discursos y medidas de Trump
contra los ambientalistas, pero ¿tan rápido se nos fue de la memoria que bajo
la administración anterior se sacrificó el medio ambiente de Estados Unidos al
devastador fracking, que envenena parejamente
atmósfera y subsuelo, y que bajo
la presente siguen las políticas de sobreproducción para mantener bajos los
precios del petróleo y quebrar a los países disidentes de la OPEP?
Desusada algarabía suscitaron las declaraciones
proteccionistas de Donald Trump. Suficiente para que algunos olviden que
Estados Unidos siempre ha sido
proteccionista, que invariablemente promovió Tratados de Libre Comercio
para conseguirle mercados sin trabas a sus productos, y que si ahora rechaza
alguno como el Acuerdo Transpacífico, es porque sus mercancías han dejado de
ser competitivas en el área.
Revuelo inusitado causan las amenazas de Trump de
construir un muro y hacérselo pagar a los mexicanos. Suficiente para que muchos
pasen por alto que el Muro de la Vergüenza ya
existe, y que si a pesar de él se infiltran centenares de miles de
mexicanos, es porque autoridades y empresarios saben que sin esta mano de obra
barata desaparecerían gran parte de la agricultura y de las manufacturas
estadounidenses, y que sin el Muro que los ilegaliza, estos braceros exigirían
derechos, y disminuirían las ganancias.
Asombro y estupor promueven las condenas de Trump
contra las inútiles guerras imperiales de Estados Unidos en continentes remotos, sus amenazas de salirse
de la OTAN, que su país instaló como instrumento de ocupación de Europa e
intervención en el resto del mundo. Se
pasa por alto que el gasto armamentista estadounidense asciende a más de la mitad
del total planetario, que Trump propuso luego aumentar en 54.000 millones de
dólares el presupuesto militar, que en su discurso de despedida el presidente
Eisenhower denunció la existencia de un complejo militar industrial que iba a
acabar con la democracia, y que ello no le impidió servirse de él en la
desastrosa guerra de Corea. Por si quedaran dudas, Trump ha designado consejero
en asuntos de seguridad nacional al general
H.R. McMasters, furioso enemigo de Rusia
y partidario de una política agresiva contra ésta y sus aliados.
Las promesas de Trump a favor de los blancos pobres
y desempleados despiertan esperanza o escándalo en quienes ignoran que ya
ofreció reducciones de impuestos de 14% a favor del 0,1% más rico de la
población, y ningún beneficio para los desposeídos.
Las petulantes posturas de Trump intentan
compensar pérdidas de hegemonía: la de Estados Unidos, que desde
hace dos años no es la primera potencia del mundo, y la de la supremacía
blanca, pues en ese país gran parte de los caucásicos cayeron en la miseria y
en poco tiempo pasarán a ser minoría.
Tengamos en cuenta que republicanos y demócratas son
apenas máscaras de un único partido político, el del dinero, que elige y
desecha candidatos y que desde la administración pasada lleva su descaro hasta
legalizar y hacer públicos los sobornos que reciben los políticos para
financiar su carrera y comprar sus decisiones en el curso de ella. El gabinete
de Trump incluye cinco ex gerentes –mejor dicho, delincuentes bancarios- de
Goldman Sachs, y otro de la EXXON: ni un solo representante de los blancos empobrecidos que llevaron al
candidato al poder.
Trump no es miembro de una clase política que representa
al dinero: es el dinero, que ya no necesita
una clase política que lo represente.
Poderoso caballero es Don Dinero.
PD: Espere pronto el estreno de La Planta Insolente, un hombre contra seis imperios, dirigida por Román Chalbaud y con guión de un servidor.
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