sábado, 23 de agosto de 2014

DEMOCRACIAS, MASAS Y EJÉRCITOS


1
Los gobiernos progresistas de comienzos del milenio acceden al poder y lo mantienen por medios escrupulosa e inobjetablemente democráticos. Con procedimientos institucionales reinician  postergadas reformas agrarias, conceden y hacen efectivos derechos sociales, instauran o reafirman el control de  industrias que explotan  recursos naturales, emprenden  caminos hacia una industrialización moderada y ajustada a las necesidades locales, expulsan  misiones y bases militares estadounidenses.
2
Esta renuncia a las vías de hecho  no les ahorra la violencia contrarrevolucionaria. En Venezuela, cuando un golpe de Estado secuestra en 2002  a Hugo Chávez Frías, las mayorías inundan las calles y lo reinstauran como Presidente. Torrenciales movilizaciones acompañadas de un referendo mantienen en el poder a Evo Morales contra el intento derechista de secesión de la Media Luna. En Ecuador, marejadas del pueblo sostienen en el poder a  Rafael Correa. En Argentina, todo tipo de agresiones sacuden el gobierno de Kirchner; fallecido éste, el voto mayoritario coloca en su lugar a su viuda María Cristina Fernández.
Pero el apoyo popular no salva a los constitucionalmente electos Manuel Zelaya de Honduras y Fernando Lugo de Paraguay. Se plantea así el desafío de cómo elevar al poder y mantener en él a una revolución pacífica a la cual la derecha asalta con  violencia, sabotaje económico, terrorismo e injerencia imperial.
3
La respuesta está en la dinámica y oportuna movilización de masas. Ésta se logra a través de la prédica y la práctica de la participación popular. Gobiernos bien intencionados pero respaldados sólo por mayorías reducidas a la pasividad serán fácilmente derrocados mediante las recetas clásicas de la manipulación mediática, la agresión externa e interna, el bloqueo y la guerra económica.
4
En la Unión está la fuerza. La solidaridad es la herramienta con la cual los países pequeños pueden resistir a las potencias hegemónicas. La región latinoamericana y caribeña logró su Independencia a principios del siglo XIX en contiendas en las cuales cooperaron milicias de los más lejanos rincones del Continente. Pero desde finales de ese siglo estuvo sujeta a intentos de integración tutelados por Estados Unidos: la Unión Panamericana, luego el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, la Organización de Estados Americanos. Estos nudos fueron reforzados con una red de Acuerdos Multilaterales de Inversión, que privilegiaban a los capitales por encima de los países; de Tratados de Promoción y Protección de las Inversiones, que nulificaban las políticas proteccionistas  y sometían las controversias a tribunales o Juntas Arbitrales transnacionales; de Tratados contra la Doble Tributación, que garantizaban la inmunidad tributaria de los inversionistas.  La potencia hegemónica intentó  reservarse la región como  vasta zona absolutamente abierta a sus  inversiones y exportaciones con el Área de Libre Comercio para las Américas (Alca), proyecto que recibe en 2004 una aplastante derrota.
5
El nuevo milenio  inaugura así  una nueva diplomacia, marcada por la ampliación del Mercosur y la proliferación de organizaciones regionales integracionistas cuya independencia está garantizada por la ausencia de Estados Unidos y Canadá: Mercosur, Unasur, la Celac, el Alba. Las relaciones internacionales se orientan hacia la multipolaridad, y amplían  vínculos con Asia, con África, con los No Alineados, con el Bric. Paralelamente, Ecuador y Venezuela se libran de la tutela transnacional del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre las Inversiones, y de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Perfeccionar esta orientación integracionista y pluralista es para las democracias socialistas tan decisivo como la movilización popular.

(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)

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viernes, 22 de agosto de 2014

LA ORGÍA IMAGINARIA/LOS CONSTRUCTORES DEL CUBO


A = 12
V = 13
Sobre Mileto pasaron los persas, derribando por igual muros y seres, hasta borrar toda huella de acto humano, como sobre un tablero. Cuando por fin los persas fueron también borrados sobre el mar, los sobrevivientes de Mileto llamaron al arquitecto Hipódamo para que les construyera una nueva ciudad. Hipódamo paseó sobre la ladera del puerto, cuya hipérbole le sugirió la sinuosidad del lecho, y cuya playa la secreta curvatura de la carne. Enfebrecido por la redondez solar, Hipódamo apoyó su cráneo esférico sobre la arena blanquecina del patio donde hacía sus trazados, y soñó una ciudad de cubos. A los ciudadanos que se quejaron del disparate, les replicó evidenciándoles la exacta aprehensibilidad del rectángulo y la simétrica repetibilidad del cubo. No bastaría toda la biblioteca de Atenas para describir la forma de una flor —les dijo— y yo, con una sola medida y tres potencias, encierro ya en la cúpula de mi cabeza la exacta dimensión, forma y volumen de Mileto. En vano le argumentaron que el cubo no existe en la naturaleza, que las carnes esféricas padecerían rebotando en paredes rectangulares, heridas por esquinas rectas, sumidas en rincones rectangulares. Que las mentes miléticas enloquecerían por la monotonía de los trapecios precediendo a trapecios y medidos por trapecios; que estar en una sola de las moradas de la ciudad sería ya estar en todas, y que acaso ser uno de sus ciudadanos sería ser al mismo tiempo todos ellos. Este argumento, que la envidia aguzó contra Hipódamo, fue al cabo la irresistible palanca que le aseguró el apoyo de los gobernantes. Por encima de los senos carnales y de las apófisis biomorfas de la ladera, se instauró el cuadriculado del plano regulador de Mileto. En adelante, bastará multiplicarlo hacia el naciente y hacia el poniente, hacia el austro y el septentrión, y todo el mundo será Mileto, dijo Hipódamo, entre la polvareda de la colina aplanada. ¿Y hacia abajo, maestro? preguntó uno de sus oficiales, elevando los andamios ¿Y hacia arriba? ¿También los astros serán cubos? Preguntó uno de los aprendices, midiendo los cúbicos bloques de piedra. Cuando veas cubos en los astros —contestó el arquitecto— sabrás que Hipódamo los ha conquistado. ¿Y en la flor, Maestro? preguntó el geómetra, sacudiendo dientes de león de sus cordeles, y estirándolos para que dieran la intersección mágica del ángulo recto. La razón me convence —contestó el Maestro— de que la misma argucia empleada por un visionario para construir una morada fue usada por los dioses para construir este pétalo.

Esa noche, Hipódamo soñó la medida y las potencias que harían aprehensible la geometría de la flor y las operaciones que permitirían repetirla hasta el infinito. A la mañana siguiente, las trazó en la arena del patio, y miró como el viento las borraba, sin contestar las preguntas de aprendices, oficiales y maestros. —Si los astros florecieran— dijo para sí, mientras la esfera solar era bisectada por el metálico plano del mar— nadie sabría que Hipódamo los ha conquistado.


(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)

lunes, 18 de agosto de 2014

AMÉRICA LATINA: DEUDA Y PROTESTA SOCIAL


1
A fines del siglo XX el futuro de América Latina y el Caribe parecía clausurado. Deudas impagables contraídas ilegalmente agobiaban las haciendas públicas. Para cancelarlas, los gobiernos suscribían con el Fondo Monetario Internacional Paquetes que implicaban el desmantelamiento del Estado y de los ejércitos nacionales, la subasta de las empresas públicas, la cesión de la soberanía -comprendidas la potestad tributaria y la de protección de la economía-, la liberación de precios y de tasas de interés y la drástica reducción del gasto en educación, salud y seguridad social. Un alza unilateral y usuraria de los intereses de 5% a 16% y a 20% que, según la CEPAL, aumentó la deuda de 257,3 miles de millones de dólares en 1980 a 830 mil millones en 1980,  prometía lograr lo que sólo habían conseguido implacables dictaduras de derecha: la entrega de 600 millones de habitantes y  22 millones de kilómetros cuadrados a la voraz rapiña neoliberal.
2
Este proyecto se fracturó por la base social. Las políticas fondomonetaristas  provocaron sublevaciones populares en países como Venezuela,  Argentina y  Bolivia. En Ecuador seis gobiernos fueron derrocados en rápida sucesión por los movimientos sociales. La conmoción de las masas  aniquiló a los partidos populistas socialdemócratas o socialcristianos que habían ejercido hegemonías durante casi medio siglo. Perdieron rotundamente las elecciones y vieron disminuir abismalmente militancias y participación electoral.  Los fines del siglo XX vieron el contundente  auge de los movimientos sociales: Movimiento de los sin Tierra en Brasil, piqueteros y empresas recuperadas en Argentina, Círculos Bolivarianos en Venezuela, zapatistas en México, movimientos étnicos, Alianza Social continental, entre muchos otros, sostenidamente desbaratan las viejas estructuras del Estado.
3
La protesta social se traduce así en renovación política. Organizaciones casi nuevas toman el poder electoralmente con mensajes radicales: protección de la economía nacional; rescate o expropiación de  empresas explotadoras de recursos naturales; aplicación de los ingresos al gasto social, con educación, salud y seguridad social para todos, revisión de la Deuda Pública. Las organizaciones que suceden a los neoliberalismos fracasados son socialistas, en vías hacia el socialismo o afines con él. De Marx toman la lucha de clases y la necesidad de la Revolución; de Lénin, el antiimperialismo. Sin embargo, ninguna sostiene que el paso al socialismo deba ser la culminación de un desarrollo capitalista extremo; ninguna afirma que haya que forzar la industrialización para superar a los países desarrollados. Ninguna pretende entablar con éstos  carreras consumistas. Todas están permeadas de la conciencia ecológica de que no hay recursos en el planeta para que la totalidad de  los países imiten el desarrollo capitalista. Ensayan nuevas propuestas de estilo de vida: el Sumak Kawsay, el buen vivir, las comunas.  En los países con gran población indígena,  preconizan el respeto hacia las formas de vida comunitarias tradicionales. Reintegran  derechos a los trabajadores; someten las maquilas a las leyes y derechos laborales locales. Instauran iniciativas para el progresivo control social de industrias básicas y estratégicas. Intentan  sistemas  financieros regionales, tales como el SUCRE y el Banco del Sur. Para el momento de su constitución en 2010, el Producto Interno Bruto de toda la CELAC ascendía a 6,06 billones de dólares, lo cual arrojaba un PIB per cápita de 12.001 dólares anuales por habitante: suficiente para resolver sus problemas, si se lograra un grado apreciable de igualitarismo en la región más desigual del mundo. Si se intenta de nuevo demoler a América Latina a través de la Deuda, la región podría responder una vez más.
 (TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO)



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domingo, 17 de agosto de 2014

LA ORGÍA IMAGINARIA/LOS CONSTRUCTORES DE BABEL


        
              Vamos a construirnos una ciudad y una                  torre, cuya cúspide toque los cielos y nos               haga famosos, por si tenemos que
              dividirnos por la faz de la tierra.
                                                       Génesis, 11
Cada quien contará esta historia a su manera. En tiempos en que los hombres eran muchos y muy sabios, por soberbia quisieron construir una torre que les permitiera invadir los cielos. Éste no fue el verdadero milagro. El verdadero milagro consistió en que todos sin discrepancia aceptaran la erección de la torre; todos sin pugna acordaran el mismo sitio para elevarla, todos sin disputa aceptaran el mismo diseño, y todos sin discusión la titánica esclavitud a una reina de piedra que aún no existía.
Los constructores de la torre empezaron desde entonces a andar erguidos, como apuntando a los cielos, a considerar la vida misma como una construcción en progreso, que debía avanzar cada día, a sentirse cada instante más lejanos del suelo, como si ya sólo debieran abrir las ventanas de sus párpados para permitir el paso de cometas o
estrellas fugaces o pájaros. Cada día de sus vidas y cada piso de la torre los acercaban a una geometría del ser más perfecta e irrespirable —pues si la base del monstruo podía ser chata y cloacal y sobredecorada, su cima habría de ser espectral y casi sin forma a fuerza de depurada.

Sin duda llegaron a concluirla. El último día de las obras, verificaron que bajo las bases de la torre no quedaba ni un solo grano de tierra que transportar a la cumbre para acrecentar su altura —océanos, cordilleras, canteras, continentes y desiertos habían sido molidos e integrados en el alfiler desmesurado cuya punta no conducía a otro sitio que el vacío. Desde la última atalaya, el Arquitecto Supremo contempló la negrura sin atenuaciones que se extendía sin término por encima de la cumbre desolada. El Arquitecto Supremo gritó, se cubrió el rostro con las manos y, volviéndose hacia el abismo, ordenó la demolición de las bases de la torre para añadir aun pisos suplementarios a la vertiginosa aguja —la torre crecería devorándose a sí misma, violando la Nada con su ariete siempre en crecimiento y siempre en destrucción.
En alguno de los pisos resonó un alarido que era casi un eco. Con un frenesí hasta entonces desconocido entre los constructores, un albañil propuso demoler los pisos superiores para reconstruir la mole de detritus planetarios que en el comienzo había servido de punto de apoyo a la torre. Reía o lloraba, nunca se supo, pues el maestro de construcción que tomó la palabra para apoyarlo terminó proponiendo demoler la torre para reconstruirla exactamente, pero con las bases en
el lugar de la cima, y ésta en el lugar de la base. La gritería subsiguiente fue dominada por los alaridos de un oficial de andamios que proponía demoler la torre (que no podía ser infinitamente grande) para construir con ella una miríada de torres infinitamente pequeñas. A su lado, un ingeniero de poleas propuso la demolición de la torre para construir a su alrededor un muro que bloqueara la visión devorante del vacío. A cuyas espaldas los aprendices canteros comenzaron a darse bofetones
discutiendo de cuál lado de tal muralla convendría dejar aislado el vacío. Pero todo recuento sería ocioso. Baste decir que cada constructor emitió un proyecto, y que cada proyecto difería de los restantes como la Nada de la torre que apuntaba hacia ella, como un índice cuya presencia nadie parecía poder tolerar. Las tergiversaciones posteriores hablan de un acto divino que nos
redujo a la falta de cooperación, la incomunicabilidad y la incoherencia, que desde entonces nos han impedido concluir cualquier otra torre, porque cuando un constructor empieza a abrir una ventana, ya otro está tapiándola, y un tercero sustituyéndola por un túnel, y un cuarto
comienza por encima de éste un puente, y un quinto lo destruye todo. O el mismo constructor que comienza a tallar un paralelepípedo, prosigue
devastando un icosaedro y concluye dejando en la cantera una piedra esférica cuyo propósito ha olvidado. Por modo que siempre estamos
solos, nunca comprendemos nada, y nuestro trabajo nunca termina.

La explicación es otra, más sencilla. Los primeros hombres no fracasaron. La torre originaria alcanzó su destino. Esto es el cielo.
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)