Ningún sentido tiene
recapitular hechos si no se aprende de
ellos. En toda Venezuela se afanan cada año las comisiones protocolares para
celebrar el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811. Sabemos que en la primera
fecha se destituye al capitán general del gobierno de España –quien había sido
nombrado por el invasor francés José Bonaparte- con la excusa socarrona de
conservar los derechos del rey Fernando VII. No hay que descalificar la
estratagema: por lo general toda Revolución comienza como un intento de reforma
moderada que es brutalmente atropellado por el poder. Para nuestras
independencias aprovechamos un juego de poder planetario que se libra desde el
Descubrimiento: cada vez que una potencia va en camino de la hegemonía en
Europa y por consiguiente en el mundo, Inglaterra se alía con las demás para
impedírselo. Así desbarata las
emergentes hegemonías de España, de Holanda y de Francia. Para inhabilitar las
flotas de su rival, Napoleón declara un bloqueo de los puertos europeos. Portugal,
cuyo comercio está literalmente en manos de los ingleses, se niega a unirse a él.
Con la excusa de cerrar los puertos lusitanos, Francia invade la península ibérica.
Cuando pelean los imperios, hay oportunidad para las revoluciones. La
indefinición no es eterna. Nacemos dos veces: cuando venimos al mundo, y cuando
tomamos el control de nuestra vida. Pasan quince meses desde el desconocimiento
del capitán general Emparam. Llega la hora de la verdad.
Libre comercio y exención de impuestos
¿Qué hace la Junta
Suprema instalada el 19 de abril de 1810 durante este interregno? En lo político, trata
de consolidar la unidad entre las provincias, pero paradójicamente les reconoce
autonomías federativas. En lo económico dicta medidas que favorecen
el anhelado libre comercio: permite la libre importación de instrumentos
para la producción agrícola, elimina los impuestos de alcabala sobre bienes de
primera necesidad y alimentos, y el de exportación. En lo social, exceptúa de
impuestos a los indígenas e ilegaliza el tráfico de esclavos, pero no la
esclavitud.
Diplomacia
impetuosa
En lo internacional, la Junta envía misiones a
Estados Unidos e Inglaterra. La última, integrada por Andrés Bello, López
Méndez y Simón Bolívar, es financiada por el futuro Libertador. El 17 de julio
de 1809 el impetuoso joven expone ante sir Richard Wellesley, titular del
Foreign Office, la posición de la
Junta de Caracas de defensa de los derechos de Fernando VII,
pero añade que para ello se ha de desconocer a las Cortes de Cádiz. El
funcionario británico le señala que las instrucciones que la misión lleva no se
extienden al desconocimiento de la
Corona de España (Parra-Perez, 247). Y en efecto Inglaterra,
principal interesado en la libertad de comercio con Iberoamérica, no puede en
ese momento obrar abiertamente contra España, que es su aliada en el conflicto
contra Napoleón.
Preparación
de la Defensa
El fracaso de las misiones diplomáticas
hace temer un conflicto armado. En lo estratégico, la Junta reorganiza el gobierno
militar, que para noviembre de 1811 cuenta con 23.064 efectivos, la mayoría sin
armas y dirigidos por una oficialidad clasista (Febres Cordero, 55). El 31 de
diciembre de 1810 nombra teniente general de los Ejércitos de Venezuela a
Francisco de Miranda, a quien Bolívar ha convencido de regresar desde Londres.
Representantes oligarcas
Oponeros a toda otra dominación
Al encargarse, los flamantes elegidos se dirigen en procesión hasta la Catedral de Caracas,
donde el arzobispo Coll y Prat les impetra:
“Juráis de Dios por los Santos
Evangelios que vais a tocar, y prometéis a la patria conservar y defender sus
derechos y los del señor Don Fernando VII sin la menor relación, o influxo con la Francia ;
independientes de toda forma de
Gobierno de la Península
de España; y sin otra representación que
la que reside en el Congreso General de Venezuela: oponeros a toda otra dominación
que pretenda extender soberanía en estos países, o impedir su absoluta y legítima
independencia, cuando la Confederación de sus
Provincias lo juzgue conveniente (…)”(Pino Iturrieta, 124).
Facultades para esta declaratoria
Los elegidos se reúnen desde el 2 de marzo de 1811 en Caracas para integrar el Supremo Congreso
de las Provincias Unidas de Venezuela, con 3 diputados por Barcelona, 9 por Barinas, 24 por Caracas, 4 por Cumaná, 1 por Margarita, 3 por Mérida y 1 por Trujillo. Se niegan a
integrarlo las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana. Los revoltosos
caraqueños dominan la asamblea. Las barras agitan a favor de la Independencia , e
incluso amenazan a sus adversarios. Todavía discute el diputado Francisco
Javier Yanes si la abdicación de
Fernando VII fue violenta, en cuyo caso sus derechos debían permanecer
incólumes, o sostiene el diputado de la Grita Manuel Vicente Maya que sobre la Independencia
que “no considera al Congreso con facultades para esta
declaratoria, porque la convocación hecha a los pueblos fue para que eligiesen
sus representantes para formar el cuerpo conservador de los derechos de
Fernando VII” (Pino Iturrieta,
126).
La píedra fundamental de la libertad americana
Paralelamente con esta asamblea de representativos
funciona otra, la Sociedad Patriótica ,
compuesta por los más vehementes independentistas, cuyas deliberaciones no producen acuerdos
obligatorios, pero ejercen tal influencia
que en su célebre discurso del 3 de julio, Simón Bolívar se ve obligado a
aclarar: “No es que haya dos congresos ¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen
la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva para
animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad. Unirnos para reposar y
dormir en los brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es traición”. Y a
título seguido, corta el nudo gordiano de las cavilaciones con una arenga memorable:
“Se discute en el Congreso Nacional lo
que debiera estar decidido. Y ¿qué dicen? Que debemos comenzar por una
Confederación. ¡Como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía
extranjera! ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos, o que
los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos
de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos deben prepararse con calma.
¿Trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía? La Junta
Patriótica respeta, como
debe, al Congreso de la nación; pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica ,
centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la
piedra fundamental de la libertad sudamericana. Vacilar es perdernos.” (Liévano Aguirre, 50).
Había más luces e ilustración que en
Caracas
El fogoso orador solicita que una comisión transmita
sus conceptos al Congreso. Éstos producen tal efecto, que el 5 de julio se
plantea el debate exigido. La sesión es tumultuosa;
las barras gritan lemas favorables a la autonomía. Para disipar incertidumbres
sobre el paso decisivo que enfrentan, Francisco de Miranda afirma que en
ninguna ciudad de Estados Unidos “había más luces e ilustración
que en Caracas”. A excepción del diputado
Maya, todos se pronuncian por la independencia total. Recoge lo esencial de los debates la llamada Acta
de Declaración de Independencia, que redactan posteriormente el diputado Juan
Germán Roscio y el secretario Isnardi. Terminan
trescientos años de calma; empiezan doscientos de combate.
Imposible
al gobierno de España, y funesto a la América
Todo nuevo poder comienza deslegitimando el anterior. El Acta que
resume la sesión empieza afirmando que no se alegarán “los derechos que tiene todo país conquistado, para
recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la
larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto de
conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los
descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor
condición, por la misma razón que debía favorecerlos”. Pero el mismo
hecho de mencionarlos es alegarlos. Viene a continuación otro argumento, de
orden geopolítico: “Es contrario al orden, imposible
al gobierno de España, y funesto a la América , el que, teniendo ésta un territorio
infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa,
dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo”.
Adviértase que se habla en nombre de un proyecto americano continental.
Seguidamente el Acta debate las cuestiones circunstanciales de los
esfuerzos de los americanos “para
no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de
salvación”. De los efectos de la abdicación de Bayona, en la cual los
soberanos españoles “abandonando
el territorio español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron,
despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de
ambos mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a
despechos de la Casa
de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien
entregaron como un rebaño de esclavos”.
Estamos
libres y autorizados para no depender de otra autoridad
Para justificar el fin de un orden y el
comienzo de otro, recurren los asambleístas a argumentos de la modernidad, propios de Hobbes y Rousseau: la autoridad deriva de un
pacto, que puede ser roto por incumplimiento de las partes. Y así, proclaman que “en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para
destruir todo pacto, convenio o asociación que no llenan los fines para que
fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos
conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos del
mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la
nuestra, y tomar entre las potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser
Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los
acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad”.
Estados
libres, soberanos e independientes
Esta ruptura viene por una parte del
gobierno español, que ha abdicado, pero por la otra, y más importante se
sustenta en la soberanía del pueblo. Por lo cual proclaman los delegados que
“Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y la autoridad que tenemos del
virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben
ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e
independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los
que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado
libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que
sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la
paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, límites y
navegación, hacer y ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las
naciones libres e independientes”.
Tremoleó la bandera de la Libertad e Independencia
El borrador que
expresa estas razones es leído, aprobado
y suscrito el día siguiente a las tres de la tarde. Los asambleístas recorren
gozosos plazas y calles de la ciudad, incitan al arzobispo Narciso Coll y Pratt a
manifestar el debido júbilo por la ocasión, y según testimonia fray Juan
Antonio Navarrete, el generalísimo Francisco de Miranda «...tremoleó la bandera
de la Libertad
e Independencia como teniente general de las Tropas Caraqueñas...». Grupos
recorren las calles dando vivas a la Independencia , desgarrando y arrastrando enseñas realistas y retratos de Fernando VII.
Igualdad y libertad ilimitadas
El mismo día
son arrestados varios pardos que se reunían bajo el comando de Fernando Galindo
para discutir, según Juan Germán Roscio, “las materias de gobierno y de la
igualdad y libertad ilimitadas”. En otros
sitios la reacción es más contundente. En Los
Teques se sublevan algunos pulperos canarios, más de una decena son ejecutados.
En Valencia pardos y negros protagonizan saqueos. Numerosos esclavos se toman
la libertad por sus propias manos, o por sus propios pies, a tal punto que
el 26 de julio el Supremo Poder Ejecutivo organiza una
milicia para capturarlos, en cumplimiento de un bando en el cual expresa: “La esclavitud honrada y laboriosa nada debe temer de estas medidas de economía y seguridad, con
que el Gobierno procura el bien de los habitantes del país" (Duque,
2011,16). Alarmados por la inestabilidad social, los notables de Valencia se
sublevan contra la Junta
en diciembre de ese año. Por definición,
la libertad no conoce límites: desde el
comienzo la
Independencia política plantea la emancipación social.
Dependencia
e Independencia
¿Qué sentido tiene esta ilusionada Declaración de Independencia? ¿Puede
el Nuevo Mundo independizarse del Viejo, o el Viejo Mundo desvincularse del
Nuevo? Las improntas del uno en el otro se advertirán mientras exista la Historia. Gracias
a las masivas transferencias de metales preciosos americanos, España pudo
mantener una hegemonía europea de dos siglos. Esta circulación de efectivo a su
vez permitió a los reyes contratar ejércitos mercenarios que consolidaron los
Estados modernos. Con él se pagaron las flotas que triunfaron en la batalla de
Lepanto, lo cual quizá impidió que Europa se hiciera musulmana. Para adquirir
de España las riquezas americanas florecieron en Europa empresas y fábricas;
esta riqueza constituyó una de las fuentes de la acumulación primitiva que dio
lugar el capitalismo. Vegetales americanos,
como la papa y el maíz, alimentaron a las multitudes de trabajadores de
la revolución industrial. El ejemplo de la Conquista de América estimuló el asalto colonial
e imperial del mundo por las potencias europeas. Pero también las sociedades
comunitarias del Nuevo Mundo replantearon el tema de la Utopía y de la Revolución Social.
¿Desvanecieron las Independencias la impronta ibérica en el Nuevo Mundo?
En él predominan todavía, desde el Río Grande hasta el Cabo de Hornos, una
religión católica y dos lenguas romances. En las huellas de la lengua y de la
catequesis encontramos las vías para la posible integración latinoamericana.
Por otra parte, esas Independencias en la dilatada extensión de Iberoamérica y
el Caribe demostraron a escala continental la factibilidad de la forma de
gobierno republicana, alternativa, democrática, con división y equilibrio de
poderes y soberanía popular. Con los
desaciertos y retrocesos propios de toda
obra humana, nuestras repúblicas se convirtieron en un laboratorio de procesos
políticos y sociales, protagonizaron rebeliones agrarias triunfantes, y en la
actualidad presentan modelos alternativos a la gran crisis que sacude a los
países desarrollados. La
Independencia es la voluntad y la capacidad de proponer lo
nuevo. Como dijo Simón Rodríguez, el maestro del Libertador Simón Bolívar: “O
inventamos o erramos”.
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)
FUENTES:
Duque, José Roberto: “5 de julio de 1811: ¿qué hacía el pueblo pobre
mientras sus amos gritaban ‘independencia”? Suplemento
Bicentenario 200 - Edición Especial del diario Ciudad Caracas 05-07-2011.
Febres Cordero, Julio: El primer ejército republicano y la campaña de Coro; ediciones dela Contraloría , Caracas,
1973.
Febres Cordero, Julio: El primer ejército republicano y la campaña de Coro; ediciones de
Liévano, Aguirre, Indalecio: Bolívar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 2010.
Parra-Pérez,
Caracciolo: Historia de la Primera República
de Venezuela; Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1992.
Pino Iturrieta, Elías: “Discurso de Orden con
motivo de la clausura de las actividades conmemorativas del Bicentenario de la Independencia 5 de
julio 1811 - 5 de julio 2011” , Aoün Soulie C, Briceño-Iragorry L, editores.
Colección Razetti. Volumen XII. Caracas: Editorial Ateproca; 2012.p.123-142.
CONSULTE
TAMBIÉN:
http://luisbrittogarcia-fr.blogspot.com
bibliografía del autor:
http://luis-britto.blogspot.com
Baje los libros de Luis Britto en Internet:
Rajatabla: www.monteavila.gob.ve
Dictadura Mediática en
Venezuela: www.minci.gob.ve
Socialismo
del Tercer Milenio: http://www.monteavila.gob.ve/mae/pdf/socialismo-tercer-milenio.pdf
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