Visto que el viejo puso tanto esfuerzo en consolidar la hacienda, que la llamó La Esperanza. Recordándose que él era ya cuarentón y la abuelita de catorce años que después dijo que ella no estaba pensando en casarse sino en jugar con muñecas. Chismeándose que él lo único que pidió antes del compromiso formal fue verle el tobillo a la novia, en tiempos cuando las faldas cubrían la punta del pie. Siendo que batido por las tropas del gobierno pactó una paz honrosa con un coronel compadre suyo, entregó un parque y regaló al vencedor su escopeta de guerrillero. Contándose que los pleitos sobre las tierras eran tan apretados que mandaron dos hombres a matarlo. Comentándose que cuando lo vieron pasar con la esposa en un burro uno le dijo al otro: no le dispares, parece un San José. Siendo que el viejo murió prematuramente, dijeron que de cólico aunque se puso amarillo como de cáncer. Contándose que dejó muchachos como un acure y que al irse lo único que dijo fue que les dejaba La Esperanza. Sintiéndose que murieron algunos y que esas son las fotos de niñas acostadas en mesas que usted veía en el álbum. Siendo del dominio público que la viuda fue vendiendo pedazos a precio vil para comer y para mandar la capital a estudiar a los muchachos. Constando en actas que lo que no vendió se lo quitaron los parientes con pleitos y demandas para despojarla e irle corriendo los linderos. Resultando que mujer sola queda indefensa y que lo que no le quitaron lo gastó en abogados para responder demandas. Sobreviniendo que el hijo mayor que se graduó de abogado se antojó de vender de una vez la herencia indivisa para partir y repartir su mejor parte. Aconteciendo que la hija menor se opuso porque en vida de la madre cómo iban a disponer de su parte. Siendo así que el otro hijo construyó un rancho y se opuso hasta que no le reconocieran por él las cuatro quintas partes del precio del fundo. Pasando que el otro trabajó para la petrolera y quería liquidar para irse a vivir al extranjero. Ocurriendo que el menorcito le sacaba dinero a la vieja para montar comercios o expendios de licores que no funcionaban. Acabándose por fin de morir la vieja sin entender los pleitos porque estaba sorda o se hacía. Siendo así que mientras va y viene demanda y contrademanda ni se siembra ni se cría porque nadie mete un centavo en tierras que va a compartir o perder. Aconteciendo que a los pleitos de los hijos se suman los de los nietos y los parientes siguen metiendo demandas u ocupan terrenos sin molestarse en inventar pretextos. Pasando que los campesinos han comenzado a invadir y los únicos que los sacan son otros invasores. Entonces aquí ve usted La Esperanza, que era la flor de la región, como si le hubiera caído langosta. Desde aquí arriba se ve mejor. Así está todo. No sé si usted tiene papeles o no tiene o si piensa que allí le toca herencia o un quebradero de cabeza. Todavía está a tiempo de regresarse. Nadie ha podido con ella. Quien entra allí no sale.
(Los fugitivos)
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