lunes, 27 de junio de 2011

LA REBELDÍA FORMA PARTE DE NUESTRA CULTURA

Entrevista con Yesibeth Rincón para la Edición Especial Bicentenaria del Diario Panorama del 26 de julio de 2011.


-Pareciera que en el país un sólo sector celebra el Bicentenario, ¿cómo esta fecha puede servir para unir al país y cómo hacer para que lo celebremos todos?

-Quienes no celebran el Bicentenario no se consideran solidarios con las memorias, logros y esperanzas de los venezolanos y los latinoamericanos, porque los bicentenarios se están celebrando en toda América Latina y el Caribe. Hay una parte reducida de la población para la cual el país y el continente son sólo instrumentos a los cuales ordeñarles dividendos sin retribuirles absolutamente nada. Para ellos es un verdadero pesar que América Latina y el Caribe se hayan independizado de los imperios europeos, y todavía más les pesa que no seamos hoy colonia de algún otro imperio. Esa porción reducida debe pensar que sin país y sin continente tampoco tendrían dividendos.

- Doscientos años después, ¿cómo se entiende en Venezuela el concepto de libertad?

-Es complejo. Bolívar decía que ser libre era estar sujeto a la Ley. También, que ser libre era no ser esclavo, y dio el ejemplo liberando a los esclavos de su propia familia en 1813. Pero mucha gente entiende que libertad es hacer su real gana. Sobre todo los grandes propietarios, reivindican la libertad de especular, de explotar, de mentir, de adulterar productos, de estafar, de corromper funcionarios para saquear a la Nación, de legitimar capitales en garitos o casinos, de contratar sicarios para exterminar dirigentes agrarios o sindicales. Eso no es libertad, sino atropello de los demás.

-¿Qué tan independientes somos en términos de alimentación, producción, servicios…?

-La Independencia absoluta sería la autarquía, cosa que ningún pueblo en la tierra ha logrado. Pero desde hace décadas vengo señalando que Venezuela y América Latina tienen todavía que pelear nuevos Ayacuchos para librarse de otras tiranías: La tiranía de la Deuda Externa. La del latifundio. La de la dependencia económica, que nos condena a ser exportadores de materias primas o productos con poco valor agregado. La de la dependencia cultural. La de la dependencia tecnológica. La de la importación de alimentos, cada vez más grave ante la crisis alimentaria que depaupera el planeta. La de la amenaza estratégica de las bases estadounidenses en nuestro continente. La de la subordinación de nuestros contratos de interés público a las sentencias de tribunales o árbitros extranjeros como el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre las Inversiones (CIADI). La dependencia de las reservas internacionales hacia el dólar o el euro, a pesar de que hemos diversificado las equivalencias, y su colocación en organismos foráneos que las pueden confiscar, como hicieron con las reservas de Libia.

-¿Cuáles metas puede celebrar Venezuela 200 años después y cuáles faltan por alcanzar?

-En varios artículos he analizado el cumplimiento por Venezuela de las llamadas Metas del Milenio, que fijó la ONU, y en verdad que nuestro desempeño es impresionante. la pobreza extrema baja de 42,5% en 1995 a 9,4% en 2007, y la relativa de 50,4% a 33,7%. La tasa de desocupación se situaba en 11 % en 1998, y desciende al 7,5% en 2009. El salario mínimo a partir de 100 en 1998 casi se decuplica en 1.224 para 2010, y con el añadido de cesta ticket alcanza a 2.199, magnitud veinte veces mayor y que rebasa el valor de la Canasta Alimentaria Normativa, que se sitúa en 1.270. El Índice de Gini de desigualdad en ingresos de los hogares desciende de 0,4865 en 1998 a 0,3928, lo cual nos convierte en el país con menor índice de desigualdad en la América Latina capitalista, y el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que en 1998 nos situaba en 0,691, para 2007 nos eleva al Rango Alto de Desarrollo Humano con 0,878. La matrícula universitaria se duplicó de 894.418 educandos en 2000 a 2.109.331 en 2009. En Venezuela estudian 9.329.703 personas: uno de cada tres venezolanos. Vencimos el analfabetismo. Sin embargo, en poco más de una década no se han podido eliminar otros males de dos siglos. Persiste el latifundio. No tenemos soberanía alimentaria. No se ha podido desarrollar una economía no dependiente de los hidrocarburos. No hemos reducido sustancialmente el monto de la Deuda Externa. Castigamos a nuestros sectores más pobres con el tributo neoliberal del IVA, mientras exoneramos a transnacionales y empresarios extranjeros de pagar impuestos mediante los Infames Tratados contra la Doble Tributación. Hemos rechazado la instalación de bases militares extranjeras, pero una persistente infiltración paramilitar atenta contra nuestra soberanía. Todavía sometemos nuestros contratos de interés público a la sentencia de jueces y tribunales extranjeros, como si Bolívar no nos hubiera dado la independencia.

-Venezuela es un país joven ¿cómo vislumbra la madurez de Venezuela y el continente?

-Vislumbro a Venezuela integrada en una Confederación de Estados Latinoamericanos y del Caribe con indestructibles vínculos económicos, sociales, políticos, estratégicos y culturales, que protege sus recursos naturales y los aprovecha en una economía fundada en la preservación, la conservación y el reciclaje. Esta Confederación domina el 60% de las aguas dulces del planeta, el 80% de su biodiversidad y gran parte de sus reservas energéticas y minerales; rige canales interoceánicos en Centroamérica, tiene una moneda única para sus intercambios y se comunica en brasiñol, lengua mixta entre español y portugués del Brasil. Este bloque es una sociedad del conocimiento que privilegia el logro de sus objetivos mediante tecnologías no destructivas y energías alternativas y se gobierna con un sistema socialista que ha logrado sobrevivir al colapso civilizatorio de la crisis financiera, ecológica y militar del capitalismo. Hacia él vuelve los ojos el mundo como modelo económico que permite sobrevivir al progresivo agotamiento de la energía fósil. La integración de su infinita diversidad produce un riquísimo Renacimiento que abarca todas las manifestaciones de la cultura.

-En estos 200 años si tuviera que definir tres momentos históricos que marcaron la vida nacional ¿cuáles serían?

-Obviamente, la batalla de Carabobo, que acaba con el dominio de la monarquía española. La batalla de Santa Inés, que quiebra la dominación de la oligarquía y la obliga a la larga a transar con los liberales en el Pacto de Coche. Y como los tres mosqueteros en realidad son cuatro, me atrevo a señalar otros dos: la nacionalización de la industria petrolera, y la batalla para evitar la privatización de PDVSA entre 2002 y 2003.

-¿Cómo es el venezolano bicentenario?




-Por allí han circulado estadísticas de una firma mundialmente reconocida que nos sitúan entre los pueblos del mundo que se consideran más felices. Indicamos que en Venezuela ya no hay analfabetos y están en el sistema educativo, fundamentalmente gratuito, más de nueve millones de personas: casi uno de cada tres compatriotas. El venezolano ha sido siempre y sigue siendo un pueblo solidario, comunicativo, igualitario. Investigaciones que he citado en algunos de mis artículos señalan que atribuye una alta estima a los valores de ser muy culto y muy competente. Es también muy rebelde.

-¿Podría ser la rebeldía del venezolano un signo de la independencia?




-La rebeldía del venezolano forma parte de nuestra cultura, heredada en parte de la sociedad sin clases y sin jerarquías de los caribes, en la cual sólo se respetaba la competencia demostrada. Pero también vinieron muchos andaluces, al extremo de que el Oriente de lo que hoy es Venezuela fue llamado Provincia de la Nueva Andalucía. Los andaluces son proverbialmente irrespetuosos con la autoridad.

-De las Repúblicas de Venezuela, desde la Primera hasta la Quinta, ¿qué cosas resaltaría y qué cosas criticaría?




-Me exiges un largo recorrido histórico, sobre todo porque según la periodización histórica convencional, la llamada Cuarta República abarcaría prácticamente desde la separación de Venezuela de la Gran Colombia hasta 1998. La llamada Primera República se distinguió por la falta de energía para reprimir a sus enemigos, al extremo de que fue llamada “La Patria Boba”, y Bolívar comentó que “a cada conspiración seguía un perdón, y a cada perdón una nueva conspiración”. La Segunda República, que se inicia con la Campaña Admirable y termina con la emigración a Oriente, a pesar de que Bolívar decidió la libertad de los esclavos que se unieran a las tropas independentistas, no supo ganarse al decisivo sector de los pardos, ni a la mayoría de los esclavos e indígenas, por lo que pereció bajo los lanceros de Boves, en gran parte reclutados entre estos sectores de la población. Si llamamos Tercera República a la Gran Colombia, su gran acierto consistió en el plan de unirnos en un gran bloque territorial que hubiera sido hegemónico en la región. Su desacierto consistió en no poder manejar las tendencias secesionistas, que fueron apoyadas por Inglaterra y Estados Unidos, a quienes no les convenían grandes Estados latinoamericanos. En cuanto a la llamada Cuarta República, que habría surgido con nuestra separación de la Gran Colombia, sus aciertos fueron mantener la forma republicana y la democracia, y su gran desacierto consistió en retrasar la liberación de los esclavos y el sufragio universal y directo, y el otorgar al pueblo sólo muy paulatinamente una democracia formal mientras se le negaba la social y económica. Y, en general, haber permitido la prolongada explotación de nuestras riquezas por consorcios extranjeros, dejar crecer una Deuda Pública que dio lugar a intolerables ingerencias extranjeras, dejar persistir el latifundio y no haber creado una economía no dependiente de los hidrocarburos. Tampoco se le puede negar el acierto de haber promovido hacia las últimas décadas del siglo pasado la educación gratuita y la salud y la seguridad social, al mismo tiempo que el fatal desacierto de tratar de hacer retroceder esas conquistas sociales, torpeza que la deslegitimó y dio paso a la llamada Quinta República. Sobre la Quinta República, sus grandes aciertos han sido confirmar el dominio de la nación sobre la industria productora de hidrocarburos, redistribuir el ingreso proveniente de ella, revitalizar la OPEP y volver a garantizar a la población la educación, la salud y la seguridad social en medio de un clima de respeto a la legalidad y a los Derechos Humanos. Pero en una década no se pueden completar las tareas pendientes durante doscientos años, y sigue entre las metas construir una economía no dependiente de los hidrocarburos, tratar de que la industria que los explota y procesa tenga un componente casi exclusivamente nacional, terminar de derrotar el latifundio y la pobreza y reducir la Deuda Pública.

-¿El socialismo llegó a tiempo al país o se adelantó?

-Para mí está llegando con retraso. Desde los años sesenta todo un sector importante de los venezolanos luchamos por la instauración de un sistema socialista, y esa tentativa fue reprimida a sangre y fuego por un bipartidismo que terminó desplomándose bajo el peso de su propia incompetencia y corrupción. Durante cuarenta años se derrocharon y exportaron al exterior ingentes cantidades de recursos y capitales que han podido utilizarse para la mejora del país y la construcción del socialismo. Tenemos que recuperar el tiempo perdido, sin titubeos ni dejarnos ganar por la tentación derechista.

-¿En esta era bicentenaria América Latina está replanteando sus partidos políticos? Porque pareciera que hay una crisis de partidos tradicionales y ahora se imponen en Latinoamérica los gobiernos progresistas.

-Durante la segunda mitad del siglo pasado los grandes partidos que fueron los ejes de la vida política de nuestros países terminaron derechizándose, entregándose al neoliberalismo y en consecuencia perdieron el apoyo de las masas y hoy muchos de ellos sólo existen formulariamente. Así pasó con el Justicialismo argentino, con el PRI mexicano, con el APRA peruano, con AD y Copey en Venezuela. En muchos de nuestros países los dejaron atrás los movimientos sociales, que derrocaron gobiernos y exigieron una renovación total de la vida política. Por eso ahora en América Latina la mayoría de los presidentes son izquierdistas, o por lo menos progresistas. Así sucede con Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Dilma Roussef en Brasil, Raúl Castro en Cuba, Rafael Correa en Ecuador, Leonel Fernández en República Dominicana, Álvaro Colom en Guatemala, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, Ollanta Humala en Perú, Mauricio Funes en Salvador, José Mujica en Uruguay, Hugo Chávez Frías en Venezuela. Yo creo que la salvación de América Latina y el Caribe está en la sincronización entre sus movimientos sociales, sus partidos y sus gobiernos.

-¿Cree posible la unidad pese al mercado y la globalización?

-Juan Domingo Perón dijo: “El siglo XXI nos encontrará unidos o colonizados”. Pues la unión es posible, como lo demuestran el Mercosur, Unasur, el ALBA, la Celac. Y se pueden tener excelentes y productivos intercambios comerciales con todo el planeta sin dejar de proteger las industrias y productos nacionales o regionales. Estados Unidos, Canadá, los países europeos y asiáticos protegen sus economías. No veo por qué no podemos hacerlo nosotros.

-¿Cuál es la importancia que tiene un organismo como la Celac y qué importancia tiene que su nacimiento sea en Caracas?

-Desde los tiempos del Congreso Anfictiónico de Panamá los latinoamericanos esperamos un gran organismo regional sin la presencia de Estados Unidos y de Canadá, cuyos intereses han sido antagónicos con los de latinoamericanos y caribeños. De hecho, durante el siglo pasado Estados Unidos promovió y tuteló los dos más importantes órganos de integración regional, la Unión Panamericana y la Organización de Estados Americanos. Desde ambos legitimó sus intervenciones armadas contra nuestros países. Pero ahora la Celac significa la inmensa unión de 38 países americanos y comprende 550.018.000 habitantes distribuidos en 20.446.902 kilómetros cuadrados: la inmensa mayoría del territorio, la población y los recursos de América. Tenemos con qué decidir y mantener políticas verdaderamente independientes.

-¿Qué significa que la cumbre de la Celac se realice en el país?




-Para mí, significa el reconocimiento de los esfuerzos de Venezuela por la integración latinoamericana independiente con su decidida oposición al ALCA y su participación en el Mercosur, en Unasur, en el ALBA y ahora en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.


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