Luis Britto García
“El precio real de cualquier cosa”, afirma el muy liberal Adam Smith en La riqueza de las Naciones, “lo que en realidad cualquier cosa cuesta a quien quiere adquirirla, es el trabajo y las dificultades de obtenerla”. Luego, “el trabajo fue el primer precio –el primer dinero de compra pagado por todo”.El también liberal
David Ricardo añade que “el trabajo es el fundamento de todo valor, y es la
cantidad relativa de trabajo la que determina el valor relativo de los bienes
económicos”. Según él, la renta de la tierra, la del capital y la del trabajo
son todas en realidad rentas del trabajo,
pues las dos primeras no existirían sin este último.
El valor de un bien
económico equivale al trabajo invertido
para producirlo. Lo que los empresarios venden como mercancía o servicios no
son más que agregados de trabajo humano, a cuyo costo añaden un sobreprecio que
representa su beneficio o plusvalía.
El trabajo, por
tanto, es el hecho central del proceso económico. Lo lógico, equitativo y justo
sería que el trabajador recibiera íntegramente el valor que su trabajo crea.
En el capitalismo,
todas las estructuras están orientadas a extraer del trabajador la máxima
cantidad de trabajo remunerándolo con el mínimo salario posible.
En Venezuela esta
contradicción se agudiza hasta acercarse
al punto de ruptura.
Excusa para tal contraste
es la hiperinflación, que desde el 2007 al 2021 ha dividido el valor del
bolívar por una magnitud de catorce
ceros, reduciéndolo más de 100 billones
de veces, o sea 10 a la potencia de 14.
La economía es una
narrativa, y como tal está tejida con
retóricas. Decir que el valor del bolívar ha bajado más de 100 billones de
veces es disimular que en realidad los precios han subido en la misma magnitud.
En relación con los
precios los capitalistas justifican su actividad y los gobiernos su inactividad
pretendiendo que son algo así como espíritus o fuerzas de la naturaleza,
independientes del control humano. Los precios “se liberan” por sí solos: nadie
puede hacer nada.
La verdad es otra. Los precios se disparan 100 billones de veces
sin que existan previas y equiparables elevaciones en los costos de la materia
prima y del trabajo, porque un sicario lo ordena en una página web extranjera,
los empresarios cómplices lo obedecen unánimemente y ni autoridades ni
sindicatos lo impiden.
Ni siquiera el
gobierno, al cual sin embargo la Constitución en sus artículos 84, 85, 87, 88,
91, 92, 96, 98, 147 y 236, y el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley
Orgánica de Precios Justos atribuyen claras, explícitas y obligatorias
competencias para fijar y controlar precios
y sancionar usureros, especuladores, remarcadores e infractores.
Del incumplimiento resulta que los trabajadores caen bajo el nivel de la pobreza, que la ONU adjudica a quien gana menos de dos dólares diarios. En el momento en que escribo el salario mínimo es de 130 bolívares, lo que según la tasa de cambio del BCV equivale sólo a 6,33 dólares mensuales o sea unos 21 céntimos de dólar diarios en una economía de precios dolarizados.
Mientras tanto, a
comienzos de 2023 los salarios diarios
en Haití son de 6,85 US$ para los
textileros y 7.70 US$ para empleados de supermercados, de servicios y maestros (wissinfo.ch/spa/haití-crisis_el-gobierno-de-haití-sube-el-salario-mínimo-tras-una-serie-de-protestas/47365714).
El salario mínimo mensual de un
venezolano equivale entonces al que gana en un
día el pauperizado trabajador haitiano.
Es justo señalar que el trabajador venezolano
disfruta de educación, atención a la salud y a veces vivienda gratuita, de diversos
bonos y de alimentos subsidiados de los CLAP. Pero con sus 21 céntimos de dólar diarios puede
adquirir menos de la décima parte de
una canasta básica que para mayo del 2022 CENDA calculaba en US$ 670,16 al
cambio oficial de la época, y que desde entonces seguramente se ha encarecido.
Vale decir, para costear el consumo básico de un mes debe trabajar por lo menos diez meses. (http://cenda.org.ve/fotos_not/pdf/RESUMEN%20EJECUTIVO%20CBT%20MAYO%20%202022%20WEB.pdf),
Un sistema económico
que sólo adjudica al trabajador que lo mantiene funcionando el 1% de lo que éste necesita para vivir es un sistema
fallido.
Recordemos
lo que dice el liberal Adam Smith, en cuyo nombre quienes no se lo han leído
perpetran tantas atrocidades: “Seguramente ninguna sociedad puede ser
floreciente ni feliz, cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y
miserables. No es más que equidad, entonces, el que aquellos que alimentan,
visten y alojan a la totalidad del pueblo, deban tener una porción de lo que su
propio trabajo produce como para estar tolerablemente alojados y alimentados
ellos mismos”.
Economía que no
remunera el trabajo es como máquina que cree que puede prescindir del
combustible. Por inercia seguirá moviéndose un tiempo limitado, pero al final
se paralizará.
Antes de eso, advendrán
efectos colaterales como crecimiento de
la desigualdad y la marginalidad, emigración excesiva, delincuencia, corrupción, narcotráfico, trata
de personas, compraventa de órganos, multiplicación de juegos de azar, bingos,
garitos y casinos, y otras lacras
sociales que avergüenza sólo pensarlas.
En una economía en
donde se indexan los precios de todos los bienes resulta contradictorio que se no
ajusten proporcionalmente los salarios de los trabajadores que los
producen.
Los enemigos de los trabajadores, aparte de insultar a todos los que defienden justas remuneraciones, argumentan que incrementar sueldos sería crear dinero inorgánico ¿Pero por qué no es inorgánico el dinero generado para cubrir aumentos de precios de 100 billones de veces en alimentos, bienes de consumo, medicinas, transportes, combustibles, créditos bancarios, tasas, tarifas y servicios públicos, y sí lo sería el que paga el trabajo que crea o suministra esos bienes?
Añaden que no hay
dinero. Pero en su mensaje anual el Presidente Nicolás Maduro informó que la
economía había crecido un 17,73% en 2022 ¿Sería inadmisible que tocara algo de
ese aumento a quienes con su labor lo crearon?
También aducen que
hay que esperar sesudas deliberaciones
entre Fedecámaras y la Organización Internacional del Trabajo antes de decretar
aumentos, pero ¿Quién eligió e esos señores atribuyéndoles competencias para
fijar sueldos en Venezuela? ¿Y si les parece justo un salario de 21 céntimos
de dólar diarios, por qué no dan el ejemplo adoptándolo como único ingreso para ellos mismos?
El sacrificio que se
impone a otros siempre parece liviano.
Se podría refutar
esas memeces recordando que, según John Maynard Keynes, el aumento del gasto
tiene efecto multiplicador, pues fortalece la demanda, la cual a su vez
estimula la producción, dinamizando un incremento del empleo, el consumo y la
remuneración que disparan el auge económico. Con esa fórmula el capitalismo
resurgió varias veces el pasado siglo del pantano de la crisis en donde lo
había sumido su estúpida avaricia.
Pero el argumento
decisivo en el debate bien podría ser político. Los mismos empresarios que incrementan
desorbitadamente precios los utilizan
para movilizar a sus víctimas contra el gobierno que tarda en mejorar sus
remuneraciones.
En la Mega Elección de 2021, el PSUV y el Gran Polo Patriótico lograron algo menos de 4 millones de votos, cifra que los desunidos partidos opositores habrían superado por unos 700.000 sufragios. Un ajuste humano de salarios bien podría recuperar para el Bolivarianismo la mayoría absoluta. Que así sea.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.