Luis Britto
García
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Las resoluciones
del Acuerdo de París y de la Cumbre de Glasgow exigen, según resume la ONU, que las emisiones de CO2 “se reduzcan alrededor del 45 % para 2030 y que se
alcance el cero neto hacia 2050” (https://www.un.org/es/climatechange/net-zero-coalition).
Una masiva campaña propagandística
pretende que es posible prescindir como por arte de magia del consumo de
energía fósil en ese limitado plazo. Para juzgarla, recordemos que el denigrado
CO2, o anhídrido carbónico, es el gas que expulsa la respiración de los
animales, y que sin él no existirían las plantas, que lo descomponen para
producir oxígeno. Cero neto de CO2 sería asimismo cero vegetales y animales. Miremos
las cosas en perspectiva.
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La Revolución
Industrial, el desarrollo, la hegemonía de Europa y de Estados Unidos sobre el resto
del mundo, son desde fines del siglo XVIII un producto del derroche de energía
fósil, primero el carbón, luego los hidrocarburos que para 2017, según la Agencia Internacional de las
Energías Renovables suplen el 81,7% del consumo energético global (https://goo.gl/Pc2WuA). Es ilusorio creer que para el venidero cuarto de siglo
el planeta se las arreglará con el 19,3% que aportan las energías alternativas, teniendo además en
cuenta que para 2040 la Agencia
Internacional de Energía prevé una intensificación de la demanda energética del
60%. No: durante mucho tiempo la economía global dependerá de la energía fósil;
la cual es además indispensable para habilitar las fuentes alternativas.
Examinémoslas.
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La hidroeléctrica en 2019 aporta 7% de la energía
mundial y casi la mitad de la fuerza
producida por fuentes renovables. Pero
las represas requieren ciertas
configuraciones geológicas naturales con cursos de agua; cortan abruptamente sus
sistemas ecológicos, exigen titánicos trabajos de remoción de tierras, edificación
de barreras y fundición de pesadas turbinas. Iguales exigencias presenta el aprovechamiento de la fuerza de las mareas y
las olas.
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La energía
eólica para 2019 generó un 2% de la electricidad del mundo. No es una proporción remarcable. Hay que añadir
que no todos los terrenos se prestan para su aprovechamiento, que la presencia
y velocidad de los vientos es variable; que los gigantescos molinos y los
generadores que convierten rotación en electricidad son sumamente costosos y que
su fabricación a partir del aluminio y otros metales es contaminante; que emiten ruidos molestos, resultan peligrosos
para las aves, y que la conducción de la
electricidad a los sitios de consumo exige onerosos tendidos. Debido a ello, incluso
sus defensores reconocen que “Aunque el costo de la energía eólica ha
disminuido drásticamente en los últimos 10 años, la tecnología requiere una
inversión inicial mayor que los generadores de combustibles fósiles y que la
solar fotovoltaica, con unos costes de mantenimiento que a veces no resultan
rentables para aerogeneradores de menor tamaño” (https://vortexbladeless.com/es/ventajas-desafios-energia-eolica/).
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La energía fotovoltaica produce para 2019 el 1% de la
electricidad mundial. Pero la irradiación solar depende de la duración del día
y la nubosidad: los paneles para
aprovecharla requieren una complicada refinación del silicio, así como la paralela
fabricación de baterías para acumular la corriente generada y tendidos para
transmitirla.
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El
aprovechamiento de la biomasa tradicional cubre el 9,1% del consumo energético
en 2017, en gran parte como leña, desechos, bagazos, etanol y aceites
vegetales, pero requiere maquinarias para la siembra de cosechas o la recolección, y su explotación puede
destruir bosques y biodiversidad. La geotérmica exige excavaciones para conducir
el agua a gran profundidad o a zonas volcánicas, así como turbinas para que el
vapor genere electricidad. La peligrosísima y contaminante energía nuclear
provee poco más del 5% del consumo energético global, y no es renovable.
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Seamos claros.
Si las llamadas energías alternativas no han sustituido a la fósil en el mundo capitalista, es porque la Tasa de Retorno Energético, es
decir, la relación entre el costo y el rendimiento económico de las primeras es menos rentable
económicamente que la de la del carbón y los hidrocarburos. Como señalan investigadores del Instituto de
Tecnología de Massachusetts, “muchos negocios han implementado estrategias de
energías renovables, pero no han recibido muchos ingresos financieros. (…) La
encuesta encontró que de 400 compañías con inversiones en energías renovables,
apenas un 20% lograron un beneficio de 15%. Los investigadores del MIT señalan
que lo ideal es una rata anual entre 25 y 30%” (https://onlinebusiness.northeastern.edu/blog/does-investing-in-green-energy-produce-great-returns/).
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El mayor
beneficio económico en el menor tiempo posible es el único Evangelio del
capitalismo. Las energías alternativas sólo serán aplicables a corto plazo
gracias a incentivos fiscales que las hagan más ventajosas, o a políticas
públicas que las vuelvan obligatorias. A falta de unos y otras, la explotación
masiva de energías renovables sólo se
emprenderá cuando la progresiva extinción de las fósiles
no deje alternativas, quizá demasiado tarde para disponer de los enormes recursos energéticos
que su instalación requiere.
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Pensemos de
nuevo en el mundo del año 2040, para el cual la
Agencia Internacional de Energía prevé una intensificación de la demanda
energética del 60%. Preguntémonos cómo
se logrará satisfacer esa incrementada demanda con fuentes renovables que en la
actualidad producen apenas el 19,3 % de la globalmente requerida. Sólo
revolucionarias medidas socialistas lograrían articular instalaciones que
suplieran el restante 81,7% de la demanda planetaria con energías renovables. China
invirtió en ellas más de 360.000 millones de dólares en 2016, y se ha
convertido en el mayor recolector de energía solar del planeta.
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Pero para aprovechar energías renovables es preciso
aplicar intensivamente las cada vez más escasas fuentes de energía fósil, de la
cual Venezuela posee la primera reserva global. El mundo depende de nuestros recursos. No los
entreguemos.