Luis
Britto GarcíA
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Somos aquello en lo que creemos.
Creemos en una compleja amalgama de mitos aborígenes, africanos
y europeos en apretado sincretismo. El centenar de etnias que antes de
la Conquista poblaba lo que ahora es Venezuela profesaba muy diversas
religiones, cada una con su mito creacional y su panteón de divinidades
propias. Todas eran politeístas, animistas, tendientes a explicar fenómenos
naturales como los cambios del clima o
la enfermedad mediante causas sobrenaturales. Todas compendiaban sus creencias
en la narrativa del mito, la cual comprendía a su vez la cosmogonía, la
historia, la ética, la ciencia, el derecho y la estética de cada
comunidad. A partir de la Conquista, el
aparato ideológico de la Iglesia Católica inició una catequesis que desterró
formalmente las creencias de los indígenas reducidos, las cuales persistieron
mimetizadas bajo personajes o ritos de la religión oficial. Igualmente, la
Iglesia prohibió las religiones de los esclavos africanos, y éstas debieron
persistir con el disfraz de prácticas cristianas o sincretizadas.
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Según el Censo de 2011, confiesa ser cristiana el 88,3% del total de la
población; el 71% del total de ésta se define específicamente como católica, y
el 17% protestante. Son mormones el 0,3%;
afiliados a credos no cristianos el 3,95%, a la santería el 1%, al Islam
el 0,4%, al judaísmo el 0,05%. Se
declaran no afiliados a ningún credo el 9%; agnósticos o indiferentes el 6%;
ateos el 2%, y rehúsa contestar el 1% (Aguirre, 2012).
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Estas cifras revelan el éxito de la
catequesis ejercida por la Iglesia Católica, con una declarada mayoría de
creyentes. El porcentaje de protestantes proviene de diversas migraciones
antillanas, trinitarias y guyanesas, y de un agresivo proselitismo de dichas
sectas en las últimas décadas. También el 1% de la santería se explica
esencialmente por la inmigración antillana. El 0,4% de afiliados al Islam
parecería no concordar con la estimación de más de millón y medio de
inmigrantes provenientes de los países árabes, pero la mayoría de éstos eran
católicos u ortodoxos, y muchos se han convertido. Llama la atención el 17% que
suman los no afiliados a ninguna fe con los agnósticos y ateos, categorías
sumamente próximas y que se podrían totalizar en el rubro de incredulidad.
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Este predominio de la cristiandad y de la catolicidad presenta
importantes matices. Según la encuesta Gustos
y Deseos de la Población venezolana, publicada por GIS XXI en 2011, de
entre quienes profesan algún tipo de religiosidad “el 99,7% cree en Dios, el
97,2% en Jesucristo, el 74,7% en la Virgen María, el 94,2% en la Biblia, el 89,4% en el Cielo, el
54,0% en el infierno y un 63,4% en la resurrección de los muertos”. Es
remarcable la acentuada incredulidad en
dogmas cristianos tan esenciales como la Madre de Dios, el infierno, la
resurrección y la vida perdurable. Advierte el GIS XXI que la clase media es la
más escéptica.
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Estas dudas no son de nueva data. En encuesta de Roberto Zapata G.
y Conciencia 21 realizada hacia 1995, un
50% de los interrogados estuvieron de acuerdo con la propuesta “después de la
vida no hay nada; 40% en desacuerdo
y 10% no tuvo posición o no contestó.
Por tanto un 60% de la muestra, en la cual debería estar comprendido alrededor
de un 80% de creyentes en una u otra religión, no confía en promesas de vida eterna o de recompensa
ultraterrena. Específicamente, no creen que haya algo después de la muerte el
53% de los católicos practicantes y el 49% de los no practicantes; el 44% de
los que profesan otra religión y el 54% de los no creyentes. Asimismo, 20% de
los encuestados está de acuerdo con la propuesta “La vida no tiene sentido”. De
tratarse de una elección, la hubieran ganado los incrédulos. La nuestra es una
religión distante y dubitativa (Zapata, 1996: 110-112).
Zapata, Roberto (1996) Los
valores del venezolano: Conciencia 21, Caracas.
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Por otra parte, según la encuesta citada, contrasta la creencia en
la religión con la escasa credibilidad en las autoridades eclesiásticas que la
practican: un 54,1% de los encuestados
no cree en los sacerdotes y un importante 47,1% no cree en el Papa. En otros
sitios señalamos que el venezolano no es propenso a respetar jerarquías ni
rangos distintos de los de la competencia demostrada.
(Encuesta Gustos y Deseos de la Población venezolana. Estudio sobre la
Sociología del Gusto. Introducción al estudio en Venezuela sobre estructura
social del gusto y valores elaborado por GIS XXI. Febrero, 2011).
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Estos resultados confirman los de un vasto
estudio sobre diversos aspectos de la población venezolana realizado a
principios de los años sesenta del pasado siglo por el Centro de Estudios para
el Desarrollo (CENDES). Dicho estudio incluyó un cuestionario para obtener
información sobre los elogios que más preferían diversos grupos de venezolanos
(Cendes: Estudio de Conflicto y consenso). En dicho estudio, que comentaremos
más adelante en forma extensa, llama la atención la escasa preferencia por la
calificación de “persona muy religiosa”. Apenas la prefieren los curas párrocos
(50,8), los habitantes de ranchos (26,0) y los campesinos tradicionales (25,9).
Le atribuyen una cierta relevancia, sin preferirla como grupo, las muestras de
obreros agrícolas (18,9), de obreros y empleados de la pequeña industria de
Occidente (18,7) y de campesinos en asentamientos (15,7). Son los
representantes de los sectores más tradicionales del país. Nuevamente resalta el énfasis en un
rasgo tradicional en personas integradas geográficamente al medio urbano pero
marginalizadas en él (los habitantes de ranchos, con su preferencia del 26,0%).
A medida que recorremos las respuestas a dicha encuesta de los sectores
integrados a la Venezuela urbana e industrial, vemos que la preferencia por el
valor de “religiosidad” se disipa. Quienes más lo rechazan son los líderes
estudiantiles (25,4%) seguidos por los ejecutivos individuales de Oriente
(21,1%), los profesores universitarios (19,6%), los altos empleados públicos
(17,2%), los ejecutivos petroleros (16,1%) y los ejecutivos individuales del
centro (14,5%). No somos un pueblo fundamentalista.
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En todo caso, la mayoría de la
población es cristiana y católica, y ello implica la adhesión a la tabla de
valores del Antiguo y del Nuevo Testamento en la versión del Concilio de
Trento. Es una religión patriarcal, dogmática, fundada en la cólera divina pero
también en el generoso perdón. Se podría especular hasta qué punto esta
adhesión comprende también el conjunto de actitudes hacia la riqueza y la
propiedad que atribuye a los católicos Max Weber.
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Nuestra religión es sincrética.
Investigaciones de Fundacredesa demostraron que los dos cultos populares más
extendidos son el de María Lionza, una deidad indígena en cuyo panteón son
acogidas figuras africanas y cristianas, y el de José Gregorio Hernández, un
médico beatificado que parecería compendiar la fe del pueblo en la ciencia y en
la humanización de ésta por la fe. Ambas son figuras autóctonas,
inconfundiblemente venezolanas, aunque el prestigio del Doctor de los Milagros
ha trascendido las fronteras. Las principales fiestas religiosas, como la de
San Juan, la de San Pedro y la de San Benito, son en el fondo homenajes a
deidades africanas disfrazadas de santos católicos. Uno de los cultos marianos que cuenta con más devotos,
el de la Virgen de Coromoto, representa a la homenajeada con rasgos indígenas.
El pueblo rinde culto y pide favores a infinidad de figuras cuyo status
religioso es poco claro, tales como el Ánima Sola y el Ánima de Taguapire.
Entra en la lógica que un pueblo mestizo abrigue creencias sincréticas.
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En este sentido, la Encuesta sobre Consumo Cultural e
Imaginarios realizada por GIS XXI y el Ministerio del Poder Popular para la
Cultura reveló que un 75% de los interrogados opinaba que el pueblo venezolano
incurría en diversas prácticas sincréticas. En efecto, notables porcentajes de
los encuestados opinaron que los venezolanos practicaban las siguientes
conductas:
Pedirle a José Gregorio
Hernández 91%
Festejar el día de un santo (santa
bárbara, san juan, etc.) 87,60%
Ponerle un azabache a un niño (a)
84,90%
Comulgar cuando va a Misa 81,20%
Pedirle algo a sus familiares
difuntos 80,74%
Leerse las cartas 70%.
Adviértase que el 91% opina que el pueblo venezolano le pide a José
Gregorio Hernández, quien sólo ostenta la categoría de venerable, mientras que
sólo 87,60% le atribuían festejar el día de santos ya canonizados, como santa
Bárbara o san Juan, cuyo culto por otra parte está sincretizado con deidades
africanas. Llama también la atención que el porcentaje de quienes creen que los
venezolanos le ponen un azabache a un niño, 84,90%, supera el del 81,20% de
quienes creen que comulgan cuando van a misa. Y es significativo el 70% que
opina que se acude a la lectura de las cartas, práctica supersticiosa no
consagrada por ninguna religión oficial. Como pueblo de mentalidad abierta, el
venezolano acoge simultáneamente creencias o prácticas excluyentes y hasta
contradictorias, lo cual sugiere lejanía del fanatismo o cercanía con la duda.
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Este acentuado sincretismo evidencia por sí solo un elevado grado de
tolerancia entre cultos distintos y ausencia de fe. Transcurridas las cruentas
etapas de aculturación religiosa de los aborígenes por conquistadores y
eclesiásticos, no se han presentado en Venezuela episodios notables de choque
entre religiones o de intolerancia marcada. Ni uno solo del centenar de
levantamientos armados de nuestra vida republicana esgrimió una fundamentación
o una excusa religiosa. A principios del siglo XX, una prolongada sequía
facilitó la errancia de un llamado “Profeta de los Llanos”, seguido de
numerosos creyentes, episodio que Rómulo Gallegos noveliza en Cantaclaro. El primer aguacero disolvió
el movimiento.
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Nuestra religión es terrenal, sociable y
festiva; somos creyentes pero poco practicantes. El venezolano cumple con los
sacramentos en la medida en que acompañan festejos sociales y participa en las
fiestas patronales, pero la asistencia regular a los templos católicos deja que
desear, y es practicada sobre todo por mujeres y adultos mayores. Hay muy
escaso relevo generacional de sacerdotes venezolanos. El relevo del clero venía
en forma preponderante de curas españoles o de otras nacionalidades. El 17% de
agnósticos, indiferentes o ateos declarados; el 54,1% de quienes no creen en
los sacerdotes; el 50% de quienes no creen que haya nada después de la muerte
revelan un notable porcentaje de compatriotas alejados de la religión. Por los
significativos progresos en la educación laica, por influencia del punto de
vista científico o por cualquier otra razón, un notable contingente de venezolanos
abriga serias dudas sobre cualquier tipo de creencias sobrenaturales. No nos
matamos ni destruimos por nuestros credos: es lo mejor que puede decirse de
cualquier religión.
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)