LUIS BRITTO GARCÍA
Allá va el fotógrafo que toma siempre, no la foto que le salió, sino la que él hubiera querido tomar.
Sigue el fotógrafo dedicado a fotografiarse a sí mismo, segundo tras segundo, minuto tras minuto, año tras año.
Hay el artista en cuya instantáneas sólo aparecemos como fuimos hace veinte años o como dentro de veinte años seremos.
Pasa el fotógrafo que nos fotografía cuando no éramos y cuando ya no seremos.
Está el camarógrafo que sólo toma el negativo, el corrupto del hombre honrado, el cobarde del valiente, el horroroso del hermoso.
Empieza el fotógrafo que capta la imagen de las ideas.
Se estrena el paparazzi de los que nunca serán célebres.
Ahora hay la cámara que registra todo lo que no entra en el campo visual de la foto.
Proliferan los fotógrafos que se fotografían los unos a los otros tomándose fotos.
Hay quien exhuma cuerpos para vender fotos recientes de los seres queridos.
Es ultimado por sicarios el fotógrafo que capta la imagen de las intenciones.
Hay quien toma fotos tan realistas que van suplantando a los seres reales.
Irrumpe el fotógrafo que se dedica a manipular todas las fotos para que muestren lo contrario de lo que representan.
Por allí anda el fotógrafo especializado en fotos que no se nos parecen.
En los despachos de documentos de identidad opera el facturador de imágenes que nos convierten en otras personas.
En cualquier sitio podemos toparnos con el fotomatón que nos transforma en seres automáticos.
Hay el que capta estrellas que murieron hace un millón de años y el que retrata astros que surgirán dentro de millones.
Ahora hay la cámara que registra todo lo que no
entra en el campo visual de la foto.
Proliferan los fotógrafos que se fotografían los
unos a los otros tomándose fotos.
Hay quien exhuma cuerpos para vender fotos recientes
de los seres queridos.
Es ultimado por sicarios el fotógrafo que capta la
imagen de las intenciones.
Hay quien toma fotos tan realistas que van
suplantando a los seres reales.
Irrumpe el fotógrafo que se dedica a manipular todas
las fotos para que muestren lo contrario de lo que representan.
Por allí anda el fotógrafo especializado en fotos
que no se nos parecen.
En los despachos de documentos de identidad opera el
facturador de imágenes que nos convierten en otras personas.
En cualquier sitio podemos toparnos con el fotomatón
que nos transforma en seres automáticos.
Hay el que capta estrellas que murieron hace un millón
de años y el que retrata astros que surgirán dentro de millones.
Existe el camarógrafo que sólo fotografía la
oscuridad.
A veces caemos en la lente del que nos deja
desenfocados.
Dispara el artista con el flash para instantáneas
que duran un relámpago.
Está el que suministra la foto de bodas antes de que
conozcamos a la homenajeada.
Cuidado con el que conserva fotos de Primera
Comunión para chantajear a los ateos.
Hay investigadores que constantemente captan
instantáneas para probar la fidelidad.
No caigamos en manos del que opera una cámara
tridimensional que a sus modelos nos deja irremediablemente planos.
A los escritores no nos fotografían sino que nos
fotocopian.
Los fotografiados con celulares siguen toda la
eternidad llamándonos.
Todos los que fotografiaban fantasmas pasaron a
serlos.
Los sicarios matan con balas que retratan a sus
víctimas.
A los adictos a las cámaras telefónicas no se les
ligan las llamadas sino las imágenes.
Se trabaja en la gran lente panorámica que va a
retratar la totalidad del mundo.
Se descubre que los países con explosión demográfica
son los que abusan de la fotocopiadora.
Por un misterioso proceso los fotografiados terminan
pareciéndose a las fotos que les toman.
Las cámaras son el instrumento de Dios para robarnos
las almas y remitirlas a los infiernos.
Las celebridades conquistan el mundo con ejércitos
de sus fotografías.
La máquina que transparenta la ropa en los
aeropuertos transparenta la corrupción en las agencias de seguridad.
Declaran su independencia las imágenes fotográficas
y constituyen otro cosmos que para nada tiene que ver con el nuestro.
Se ha descubierto que en realidad los habitantes del
siglo XIX eran todos tiesos como daguerrotipos; que todos eran grises salvo los
coloreados a mano; que en ese siglo no había paisajes sino telones pintados.
Maldito el que inventó la foto tridimensional que
crea seres idénticos a nosotros que luego nos suplantan.
Terminaremos viviendo en un mundo en que ya no habrá
cosas sino sus fotografías.
La bomba atómica es el flash que nos reduce a
sombras fotografiadas en los muros.
La foto de las imágenes termina con la pintura
figurativa y la de las ideas elimina el
pensamiento.
Se descubre que todos la grandes amores son creados
por técnicos de laboratorio que sobreimponen las imágenes de los indiferentes.
Deja
vu,
imagen o suceso que creemos haber visto o vivido, sin saber que somos el deja vu de otros, su leve sensación de
eco.
Se descubre que este universo no es más que la
fotografía de otro universo, que es la fotografía de otro universo, y así
sucesivamente.
Al final en el cosmos habrá sólo cámaras que no
tendrán nada que fotografiar.
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)
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